Don y misterio

«¿Cuál es la historia de mi vocación sacerdotal? La conoce, sobre todo, Dios. En su dimensión más profunda, toda vocación sacerdotal es un gran misterio, es un don que supera infinitamente al hombre. Cada uno de nosotros sacerdotes lo experimenta claramente durante toda la vida. Ante la grandeza de este don sentimos cuán indignos somos de ello». «Estoy convencido de que el sacerdote no ha de tener ningún miedo de estar "fuera de su tiempo", porque el "hoy" humano de cada sacerdote está insertado en el "hoy" de Cristo Redentor. La tarea más grande para cada sacerdote en cualquier época es descubrir día a día este "hoy" suyo sacerdotal en el "hoy" de Cristo». «Me he dejado llevar con libertad por la ola de recuerdos, sin ninguna pretensión estrictamente documental. Todo lo que digo aquí, más allá de los acontecimientos históricos, pertenece a mis raíces más profundas, a mi experiencia más íntima. Lo recuerdo ante todo para dar gracias al Señor: Misericordias Domini in aeternum cantabo!. Lo ofrezco a los sacerdotes y al pueblo de Dios como testimonio de amor» (Juan Pablo II).

Reseña del Editor

Ediciones

Edición Editorial Páginas ISBN Observaciones
1996 Biblioteca Autores Cristianos
117
0000 ed
0

Edición digital

2004 Biblioteca Autores Cristianos
112
978-84-7914-267

Subtítulo: EN EL QUINCUAGÉSIMO ANIVERSARIO DE MI SACERDOCIO

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DE LA INTRODUCCIÓN DEL LIBRO: Permanece vivo en mi recuerdo el encuentro gozoso que, por iniciativa de la Congregación para el Clero, tuvo lugar en el Vaticano en el otoño del pasado año (27 de octubre de 1995), para celebrar el trigesimo aniversario del Decreto conciliar Presbyterorum Ordinis. En el ambiente festivo de aquella asamblea diversos sacerdotes hablaron de su vocación, y también yo ofrecí mi propio testimonio. Me pareció hermoso y fructífero que, entre sacerdotes, ante el pueblo de Dios, se ofreciera este servicio de edificación recíproca.

Las palabras que pronuncié en aquella circunstancia tuvieron un eco may grande. A raíz de ello, desde varias partes se me pidió con insistencia que volviera a tratar, de un modo más amplio, el tema de mi vocación, con ocasión del Jubileo sacerdotal.

Confieso que la propuesta, al principio, suscitó en mí alguna resistencia comprensible. Pero después me senti como obligado a aceptar la invitación, viendo en ello un aspecto del servicio propio del ministerio petrino. Movido por algunas preguntas del Dr. Gian Franco Svidercoschi que han hecho de hilo conductor, me he dejado llevar con libertad por la ola de recuerdos, sin ninguna pretensión estrictamente documental.

Todo lo que digo aquí, más allá de los acontecimientos históricos, pertenece a mis raíces más profundas, a mi experiencia más íntima. Lo recuerdo ante todo para dar gracias al Señor: "Misericordias Domini in aetemum cantabo!" Lo ofrezco a los sacerdotes y al pueblo de Dios como testimonio de amor.