Dublinesca

Samuel Riba se considera el último editor literario y se siente hundido desde que se retiró. Un día tiene un sueño premonitorio que le indica claramente que el sentido de su vida pasa por Dublín. Convence entonces aunos amigos para acudir al Bloomsday y recorrer juntos el corazón mismo del Ulises de James Joyce.
Riba oculta a sus compañeros dos cuestiones que le obsesionan: saber si existe el escritor genial que no supo descubrir cuando era editor y celebrar un extraño funeral por la era de la imprenta, agonizante ya por la inminencia de un mundo seducido por la locura de la era digital. Dublín parece tener la llave para la resolución de sus inquietudes.

Ediciones

Edición Editorial Páginas ISBN Observaciones
2010 Seix Barral Biblioteca Breve
325
978-84-322-1278-9
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2
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Imagen de Azafrán

Al reflexionar sobre esta novela – ¿debería decir ensayo?-, conviene recordar previamente el perspectivismo Nietzscheano, del cual, la concepción de la obra parece alimentarse directamente. Enrique Vilá-Matas se oculta tras su alter ego, Riba - un editor que ha cesado en su actividad empresarial-.
Lo anecdótico es la razón por la que ha cesado en su labor profesional y la manera de enfocar su vida y su tiempo libre.
Pero sigamos con la concepción Nietzscheana de la obra. Riba, que es el editor en cierto modo fracasado pues no ha descubierto al escritor “revelación”, se percata, sin embargo, de la presencia de un joven con una gabardina, que parece perseguirle tanto en sus actividades y desplazamientos por Barcelona, como en sus salidas al extranjero. Perece ser, ese joven desconocido, un testigo ocular con intención de escribir la novela de la vida del editor “fracasado”. Bien pudiera ser eso, o quizás Riba no sea más que el personaje de la novela escrita por ese testigo joven y desconocido, alter ego de Enrique Vilá-Matas. Puro perspectivismo Nietzscheano.
El vitalismo que propugna Nietzsche, impregna esta obra: los personajes se van haciendo a medida que el lector pasa página. Personalidades, caracteres sometidos a los encuentros y tensiones de la vida.
La propia obra mantiene un devenir fluctuante. No importa lo que se cuenta en ella, que por otra parte tampoco es mucho. Lo importante es cómo se cuenta. Y aquí, el autor resume su criterio: “Estos son los elementos que consideraba imprescindibles en a novela del futuro: intertextualidad; conexiones con la alta poesía; conciencia de un paisaje moral en ruinas; ligera superioridad del estilo sobre la trama; la escritura vista como un reloj que avanza.” (Página 15)
Marcel Proust y sus sinestesias, con sus asociaciones atemporales entre los pequeños sucesos diarios y grandes sensaciones vividas, se decanta como principal inspiración. Ese es el recurso principal y, yo me atrevería a decir, el éxito del autor: el bagaje cultural que asoma en cada línea aprovechando cualquier asociación con el devenir cotidiano. Cualquier suceso por el que transita la vida cotidiana de Riba, nuestro editor, encuentra un eco literario, una referencia cultural, un contexto en el que la opinión, o la obra de otro autor fluyen con naturalidad. Más de un centenar de referencias a escritores españoles, franceses, italianos, alemanes ingles y americanos – desde Canadá a Argentina- son expresamente citados. Las citas abarcan también películas y sus directores, canciones y sus autores, pintores, músicos…
De lo que ocurre, el lector dará pronta cuenta: un viaje a Dublín el 16 de junio, festividad conocida como Bloomsday. Un viaje paralelo al viaje que Bloom, el protagonista del Ulysses de James Joyce, realiza durante esas veinticuatro horas. Especialmente referido al capítulo sexto, en el que Bloom acude al cementerio católico de Glasnevin para acompañar al difunto Paddy Dignam. En ese capítulo Bloom se pregunta quién sería “un joven desgarbado con una gabardina” que aparece en el cementerio, la misma pregunta que se hace en otras nueve ocasiones a lo largo del Ulysses. La misma insistente pregunta que el editor Riba plantea sobre el joven que aparece en su novela y que bien pudiera ser el propio autor de novela.
Riba cuenta que Nabokov descifró el misterio de ese joven de la gabardina, atendiendo a la escena del capítulo cuarto de la segunda parte del Ulysses, en la biblioteca, cuando Stephen Dedalus afirma que Shakespeare se había incluido a sí mismo en sus obras. Igualmente se podría identificar al joven desgarbado de la gabardina con el mismo James Joyce y por analogía, el joven cuya presencia detecta Riba, el editor, podría ser el propio Vilá-Matas.
¿Cuál es la finalidad del viaje que lleva a Riba a Dublín? Celebrar un funeral por la era Gutenberg, y con la muerte de la imprenta, la muerte del editor, y la de Dios. No exagero nada. En la página 174 se lee:
“(…) sospecha que podría asaltarle de nuevo esa pesadilla recurrente en la que un dios privado de la vista y con aspecto de primate fatigado quiere darle la mano y para ello se ve obligado a levantar el codo lo máximo que puede. Riba le mira desde la altura, pero no puede decirse que esté en mejor posición, pues se encuentran lo dos encerrados en esa jaula en la que para toda la eternidad están condenados a sufrir la corrosión de un hidra íntima, de un dolor pavoroso: el mal del autor.” Bloomsday suena como Doomsday (día del juicio final). La era Gutemberg termina. La civilización occidental, los pilares que la sustentan (la filosofía y el cristianismo) también. ¿Materialismo Nietzscheano?