Educación y revolución en Joaquín Costa

Joaquín Costa (1846-1911) fue un hombre de talento extraordinario. Aragonés, hijo de labradores, cursó estudios en Huesca y Madrid donde se doctoró en Derecho y Filosofía y Letras. Colaboró con la Institución Libre de Enseñanza. Sus publicaciones tratan sobre cuestiones jurídicas, pedagógicas, agrarias y políticas. Se le adscribe, junto con Angel Ganivet, al regeneracionismo español. Le tocó vivir el Desastre de 1898. Para Costa el problema político y pedagógico de España van unidos.

El libro de Eloy Fernández -sólo una introducción al personaje- pone el acento en sus afanes regeneracionistas y educativos.

Ediciones

Edición Editorial Páginas ISBN Observaciones
1969 Editorial Cuadernos para el Diálogo
180
mkt0002493666

Incorpora una antología de textos de Joaquín Costa sobre educación.

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"Soy dos veces español porque soy aragonés" -diría de si mismo Joaquín Costa. Del carácter aragonés escribió Azorín: "Se distinguen todos por su entereza varonil, por su tesón, por su constancia, por su rectitud, por su amor a la independencia..."; pero añade otros rasgos específicos de Costa: "Espíritu indisciplinado, agresivo, ávido de saber, extraordinariamente culto. No pudo jamás sujetarse a ninguna norma ni disciplina" (pág.39).

España había comenzado el siglo XIX con un imperio en el que no se ponía el sol y lo terminó con la pérdida bochornosa de sus última colonias: Cuba, Puerto Rico y Filipinas. La Monarquía estaba representada, en calidad de Regente, por la viuda de Alfonso XII; y el Gobierno por los partidos turnantes, liberales y conservadores, a los que Costa acusa de corrupción. En el aire estaba la idea de la decadencia de España.

De Joaquín Costa afirma el autor que "en una primera época, España es adorada por él con admiración; más tarde estudiada como un problema angustioso, y, por último, apostrofada con desesperación" (pág.45). Costa encuentra los males del país en la incultura y la inercia. Él busca hombres esforzados, de cultura y espíritu. En 1903 dirá: "No venimos en busca de la república por la república; ni en busca de leyes nuevas ni viejas, en las que no tenemos ninguna fe; venimos principalmente en busca de hombres..." (pág.52).

Los hombres por encima de las leyes, los sistemas y las ideologías. Costa había desarrollado esta idea, muchos años antes, al tratar sobre la escuela: "Un hombre de talento, que posea la llave de todas las ciencias humanas, si no tiene el corazón formado, si tiene pervertidos sus sentimientos morales, si no tiene conciencia de sus deberes, si no tiene educada la sensibilidad ni desarrollada la conciencia moral, es un azote para la humanidad y un verdugo que prepara su propio suplicio".

"El que sin instrucción de ningún género posee una educación ya no esmerada pero sólida, no ya extensa pero profunda, que haya arraigado en su alma la idea del bien, nuestro origen, nuestros deberes y nuestro fin, éste cumplirá el destino que la Providencia le ha marcado en el plan universal de la creación y será un miembro útil de la sociedad de que forma parte" (págs.91 y 92).

Me atrevo a pensar que Costa, al escribir estas líneas, estaba pensando en su propio padre, un labrador sin instrucción al que acudían sus convecinos para asesorarse. "Entre educación e instrucción -dirá el tribuno- es mil veces preferible la primera" (pág.92). Termina "poniendo de manifiesto el vulgar error que designa como único y exclusivo objeto de las escuelas la simple adquisición de conocimientos científicos". Una afirmación valiente y de plena aplicación en la actualidad.