El ángel luchador

Absalon Sydenstrick, conocido por los suyos como Andrew, fue padre de la escritora y Premio Nobel de Literatura Pearl S.Buck. Nació en 1851 y era el octavo de los nueve hijos de un granjero de Virginia (USA). Perteneció a la confesión presbiteriana (calvinistas) y misionó en China desde 1880 hasta su muerte en 1931. Casado con Carie Stulting, el matrimonio tuvo siete hijos. Misionero incansable recorrió China a pie, en caballería, en tren o en barco. Promovió numerosas comunidades cristianas, escuelas y en Shangai una institución para la formación del clero chino de su confesión. Tradujo el Nuevo Testamento al mandarín. Tanto él como su familia vivieron numerosas penalidades, persecuciones y una pobreza estricta. Está enterrado en China, al igual que su esposa y cuatro de sus hijos que fallecieron en la infancia. Pearl escribió su biografía bajo el título de "El ángel luchador".

Ediciones

Edición Editorial Páginas ISBN Observaciones
1990 Plaza & Janés
288
840-149-7681

Publicado en 1936.

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En la Exhotación Apostólica Gaudete et Exultate, el papa Francisco cita a san Juan Pablo II cuando dijo que "el testimonio ofrecido a Cristo hasta el derramamiento de la sangre se ha hecho patrimonio común de católicos, ortodoxos, anglicanos y protestantes". El protagonista de "El ángel luchador" es Andrew Sydenstrick, un misionero presbiteriano en China de nacionalidad estadounidense.

En este libro la autora defiende dos tesis: En primer lugar la heroicidad de las virtudes misioneras de su padre, Andrew Sydenstrick; en segundo lugar lo duras que resultaron esas virtudes para su esposa e hijos. Si nos conmueve lo primero, no lo hace menos lo segundo.

Cuando Andrew comunicó a sus padres su intención de irse a China, su madre le preguntó quién le iba a cuidar allí. Le hizo prometer que no marcharía sin casarse previamente. En su iglesia Andrew había conocido a Carie, que compartía su ilusión misionera; los jóvenes contrajeron matrimonio y celebraron su luna de miel cruzando el Pacífico con destino a Shangai. El matrimonio tuvo siete hijos, pero el segundo, tercero y cuarto murieron en China de diversas enfermedades. El médico advirtió a Andrew que su esposa estaba a punto de volverse loca y el misionero transigió con volver temporalmente a los Estados Unidos. Permanecieron dos años en Norteamérica. Allí dejaron a su hijo mayor y nació Pearl.

La familia volvió a China en 1892. Andrew no quiso permanecer en la sede misional y solicitó ser destinado al interior del país. Dejó a su familia en una fonda de mala muerte y partió para sus correrías misionales. Pearl señala como durante su infancia su padre fue un personaje ausente. Llegaba a casa para reponer fuerzas y volvía a marchar. Cuando se iba -recuerda la autora- todos se sentían aliviados. Obviamente Andrew no tenía vocación familiar.  La autora se queja de que el amor que no daba a sus hijas lo volcaba en las almas que le habían sido confiadas. Recibía un sueldo de la organización misionera, pero lo dedicaba, casi en su integridad, a fundar nuevas capillas y escuelas. Nunca se preguntó de dónde salía la comida en su casa o de qué vivían sus hijas.

En China se producían periódicamente matanzas de extranjeros. A la familia le tocó vivir en 1901 la llamada rebelión de los boxer y en 1911 el levantamiento de Wichang que puso fin a la dinastía manchú y estableció una república. Él siempre se negó a ponerse a salvo abandonando a sus feligreses. El bandolerismo, los insultos y vejaciones eran constantes, y en ocasiones Carie los tuvo que afrontar sola porque Andrew estaba fuera, predicando. Ella llegó a decir que odiaba China, pero aún así murió en ese país. De lo anterior se concluye lo conveniente que resulta el celibato para los ministros de la religión.

Como en todas las obras de Pearl S.Buck la prosa es sencilla, se lee muy bien y transmite al lector los sentimientos de su autora.