El año del diluvio

Corren los años cincuenta en Cataluña. Una religiosa visita a un cacique rural -joven calavera- a fin de pedirle ayuda para un asilo de ancianos. Inexplicablemente se enamora de él, pero circunstancias imprevistas la pondrán a salvo.

Ediciones

Edición Editorial Páginas ISBN Observaciones
1992 Seix Barral Biblioteca Breve
171
84-322-0665-2
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Es de suponer que sea difícil escribir una novela sobre la vida de una monja. Tampoco es fácil volver a la figura de un cacique rural. Para el lector, urbano y contemporáneo, pueden resultar algo desconocido. Un cacique era un rico en vivo y en directo; un personaje al que se podía saludar, a veces dar la mano y de quien ocasionalmente se podía esperar un favor si a él le interesaba hacerlo. Actualmente equivaldría al director de una sucursal bancaria. Eduardo Mendoza retorna con nostalgia a la sociedad catalana que él conoció, con propietarios y masoveros, religiosas y pueblo llano, bandoleros, Guardia Civil y hasta falangistas que resucitan en esta obra publicada en 1992. La propiedad rural en la que el cacique cazaba conejos, es hoy una isla entre bloques de viviendas y urbanizaciones, atendida por un senegalés. Pura nostalgia. Al final sólo son permanentes las pasiones humanas y ¡que aburridas resultan cuando no obedecen a un ideal! El lector puede simpatizar con la figura del bandolero, acosado por la Guardia Civil; y es que es conocida la afición de Mendoza por anarquistas y figuras marginales. El cabo Lastre de la Benemérita, serio y apolítico, anticipa la figura de otro guardia civil de novela, el sargento Bevilaqua de Lorenzo Silva. La sencillez de estilo del autor, con los diálogos incluídos en el texto, hace más llevadera la lectura de esta novela, cuento o folletín decimonónico.