El Caballero de Gracia

Jacobo Gratij, el Caballero de Gracia, nacido en Italia en 1517, falleció en España en 1619. Nos hallamos ahora, pues, en el entorno del V centenario de su nacimiento y el IV de su muerte.

Como diplomático de la Santa Sede, estuvo en Roma, París, Trento, Venecia, Praga, Colonia... y Madrid. Se relacionó directamente con la batalla de Lepanto, el Concilio tridentino o sendas negociaciones de paz con Francia y Flandes. No solo trató muy de cerca a Urbano VII, entre otros Papas, sino también a Felipe II y a toda la familia real española. Justamente su sintonía con la princesa Juana, madre del rey Sebastián de Portugal, le granjeó el hábito de la Orden de Cristo. De ahí el título, al castellanizar su apellido, de Caballero de Gracia.

Cincuenta años residió en Madrid. Aquí, en pleno Siglo de Oro, propagó cuanto pudo las artes: sobre todo, la música y la literatura. Aquí promovió tres instituciones de atención a desfavorecidos, movido por su honda preocupación social, así como tres fundaciones de religiosos. Y aquí se ordenó sacerdote, legando a la posteridad, hasta hoy, la Asociación Eucarística y el Real Oratorio del Caballero de Gracia.

Frente a la burda leyenda popular que le persigue desde el siglo XIX, los autores narran con brioso estilo esa vida intensa y viajada, tan desconocida e interesante.

José María Sanabria y José Ramón Pérez Arangüena, además de haber escrito "a cuatro manos" la presente obra, coinciden en la publicación anterior e individual de otros varios libros, así como en el desempeño del cargo de Vicerrector del Real Oratorio del Caballero de Gracia: el primero, ya emérito; el segundo, actual.

 

Ediciones

Edición Editorial Páginas ISBN Observaciones
2017 Biblioteca Palabra
174
9788490615041

Subtítulo: Vida y leyenda

Valoración CDL
3
Valoración Socios
4
Average: 4 (1 vote)
Interpretación
  • No Recomendable
  • 1
  • En blanco
  • 2
  • Recomendable
  • 3
  • Muy Recomendable
  • 4

1 valoraciones

4
Género: 

Comentarios

Imagen de aita

José Ramón Pérez Aranguena termina y culmina la obra que había iniciado el Profesor José María Sanabria y logra un texto ágil junto con la profundidad debida de uno de los grandes artífices de la reforma después de Trento.