El genio del cristianismo

Escrito sobre las ruinas de la Francia revolucionaria, El Genio del Cristianismo está estructurado en cuatro grandes partes. Dogmas y Doctrina es la primera, donde junto a una presentación de los principales misterios que sustentan al Cristianismo, se tratan las pruebas cosmológicas de la existencia de Dios basadas en las maravillas de la naturaleza. En Poética del Cristianismo se inscriben maravillosas páginas sobre la literatura universal. La tercera es Bellas artes y Literatura que, junto a la anterior, es en donde radica la razón de que se considere a nuestro autor como iniciador del romanticismo. Culto, por último, es el título de la cuarta parte, en la que sobresalen las hermosas páginas sobre el Corpus Cristi, de altísima belleza. En esta edición están incluidas las dos novelas que le llevaron a ser considerado como el gran continuador del movimiento romántico iniciado por Rousseau: Atala, publicada en 1801, y René (1802).
 

Ediciones

Edición Editorial Páginas ISBN Observaciones
2008 Ciudadela
623
978-84-937789-4-1
Valoración CDL
3
Valoración Socios
4
Average: 4 (1 vote)
Interpretación
  • No Recomendable
  • 1
  • En blanco
  • 2
  • Recomendable
  • 3
  • Muy Recomendable
  • 4

1 valoraciones

Género: 

Comentarios

Imagen de wonderland

El genio del cristianismo no es un libro político, sino de arte. Su ambiente es la belleza. Trata de las creencias cristianas, de la estética cristiana, de la liturgia. Quiere hacer ver que “la religión cristiana es la más poética, la más humanitaria, la más favorable a la libertad, a las artes y a las letras; que el mundo moderno le es deudor en todo, desde la agricultura a las ciencias abstractas, desde los hospicios fundados para los desvalidos hasta los templos edificados por Miguel Ángel y decorados por Rafael”. Nadie puede negar esa combinación de racionalidad y de fe, ese acertar continuamente en el arte, en hermosas páginas literarias y en poesía por encima de cualquier maniqueísmo y arraigada en lo profundo del ser humano. Chateaubriand pinta el gran fresco de la cultura con raíces cristianas y deja en el aire la pregunta: ¿cómo puede no ser verdad tanta belleza? Él se contagió de todo lo grande que admiraba. No utilizó nunca el odio y el rencor, sino la amplitud de espíritu. Escribe en el siglo de la razón, y la utiliza, pero no se olvida de recordar que la razón “jamás han enjugado una lágrima”. Responde a todos los críticos del cristianismo: “si tratamos de pintar y de conmover, se nos piden axiomas y corolarios; y si procuramos razonar, se nos reclaman sentimientos e imágenes”. Lo más caduco del libro es la pretendida argumentación con datos científicos experimentales: de la ciencia de hace más de dos siglos, que apenas tiene que ver con lo que hay se sabe. Lo perenne es ese basarse en los sentimientos, las emociones, las aspiraciones, la inquietud humana. En ese sentido, El genio del cristianismo es un libro para tener siempre a mano, porque, entre sus muchos méritos, está el de ser una cura contra la rutina de los cristianos, el odio de quienes prefieren ver al hombre de cualquier forma menos rezando y la humana prepotencia que no logrará entender nunca el misterio de la Navidad.