El nombre de la rosa

En esta novela, Umberto Eco (n.1932), profesor de semiótica en la Universidad de Bolonia, trata de reconstruir el ambiente social e intelectual del siglo XIV en Europa. Hace objeto de un durísimo ataque a la Iglesia católica, tomando como punto de partida un enfrentamiento entre franciscanos y dominicos. Deja constancia -si bien de forma indirectade- de su ateismo, y en alguna ocasión cita a la Biblia en un contexto que resulta blasfemo.

© Reseñas bibliográficas Fundación Troa

Ediciones

Edición Editorial Páginas ISBN Observaciones
1988 Lumen
664
84-264-1880-7

Primera edición en italiano 1980. La presente edición incorpora el estudio 'Apostillas a El nombre de la rosa' del mismo autor.

Valoración CDL
1
Valoración Socios
2.857144
Average: 2.9 (7 votes)
Interpretación
  • No Recomendable
  • 1
  • En blanco
  • 2
  • Recomendable
  • 3
  • Muy Recomendable
  • 4

7 valoraciones

Género: 

Comentarios

Imagen de cdl

La novela se inscribe en la línea de revalorización de la Edad Media que se ha convertido en moda en ámbitos culturales que antes la desprecian como "época oscura", y que ahora la reinterpretan, a su modo, como período general de las libertades sin freno (se sugiere incluso que Guillermo inhalaba "hierbas" de vez en cuando) y de la pasión por la ciencia. Así, en el "scriptorium" asombra que el protagonista use gafas, técnica aún desconocida allí, pero de la que ya ha oído hablar el maestro vidriero. Lo mismo muestran los conocimientos de botánica que se le atribuyen, o los comentarios sobre el uso del imán.

A esta reinterpretación de la época pretérita se superponen preocupaciones o conocimientos propios de la nuestra. Por ejemplo, el fenómeno de la "creación de la realidad", tan tópico de los medios de comunicación social actuales, está presente en la descripción que Guillermo hace del caballo del Abad sin haberlo visto antes.

Las objeciones que se podrían hacer, como las infidelidad las históricas, los anacronismos (de los que el autor se cura en salud diciendo que la "copia" que sirve de original es del siglo XIX) o la manipulación que se esconde en la misma elección de una época tan conflictiva para la conciencia católica, resultan de poco relieve en la perspectiva de la ficción narrativa.

El autor elige un período de la historia de la Iglesia especialmente conflictivo y difícil de valorar certeramente desde la actualidad. Tal elección responde a un fin determinado: contraponer a la visión cristiana del mundo -que presupone la verdad objetiva y la existencia de Dios- la cosmovisión agnóstica, que considera como único objetivo insano el de la verdad, y que ante la pregunta por Dios se encoge de hombros. Mediante la modalidad narrativa empleada se refuerza este propósito y se evita tener que resolver la aporía de cómo, si nada podemos saber con seguridad, se puede afirmar con certeza la no existencia de absoluto alguno.

En efecto aparecen relatadas unas actuaciones falsamente cristianas, pero no se muestra prácticamente ningún contraejemplo: de este modo, en la práctica, se sugiere que tal falsedad no es fruto de las debilidades de personajes concretos -incluso de muchas personas-, sino de la misma doctrina, que no sería sino apariencia y alienación.

La "modernidad" de Guillermo de Baskerville no radica sólo ni principalmente en la teoría -impensable en su momento- de la separación del trono y del altar, sino sobre todo en el carácter agnóstico del comportamiento: a Adso le parece "que no tenía el menor interés en la verdad, que no es otra cosa que la adecuación entre la cosa y el intelecto. Él, en cambio, se divertía imaginando la mayor cantidad de posibles posible".

Los valores que se manifiestan en la novela son los de la concupiscencia de los ojos, la concupiscencia de la carne y la soberbia de la vida. En el monasterio que Eco inventa late una real lucha por él poder. El inepto Abbone, amigo de las riquezas, se sostiene como abad bajo la influencia del respetado Jorge de Burgos. Este, en su día, consiguió ser bibliotecario desplazando a Alinardo gracias a los hallazgos de Silos, de los que fue portador, y cuando se queda ciego, mantiene a un inepto como bibliotecario para no perder el control del secreto. Los que lo critican, el grupo de los italianos, no son mejores: desean tener acceso a la biblioteca, sobre todo Bencio, pero cuando éste es nombrado bibliotecario, se pasa al bando de los que defienden la prohibición de libre entrada, para no compartir con nadie su poder.

Todo es concupiscencia de la carne: una historia de homosexuales forma la trama básica; se ironiza con la caída y las tentaciones de Adso, y se viene a afirmar que sólo se domina la lujuria por la represión, por otras lujurias. Una recreación, incluso literaria, de cualquier lugar y época de la Iglesia nos daría una historia de santos y pecadores, incluso de santos que se vuelven pecadores y pecadores que se vuelven santos. La que hemos analizado no se ajusta a la objetividad, y fuerza la evidencia mediante la fantasía de la ficción. Intenta proclamar, lo más absolutamente que sea posible sin contradecirse, que no debemos creer en ningún Absoluto, porque creerlo es la única fuente de todo mal, de toda intolerancia.

La lectura serena de esta novela revela, pues, una violencia sutil: la de tratar de persuadir de una afirmación que no se demuestra; simplemente se muestra, creando para este fin unos hechos de ficción que la argumentan y desprenden a gusto del autor. En el fondo, una lectura crítica enseña, con la Iglesia, que la verdadera pasión por la verdad es fundamento de la tolerancia más auténtica y de la verdadera libertad, mientras toda tolerancia contra la verdad termina siempre en alguna forma de violencia.

Imagen de Germán

Umberto Eco es ateo y nominalista y en su libro es tendencioso. No está haciendo un estudio imparcial de la historia de la Iglesia del siglo XIV sino una de tantas novelas históricas en las que detrás de una trama policiaca -y metiendo, que curioso, la homoxesualidad por medio- para entretener al lector superficial, está intentando darnos una versión de la historia tergiversada. Aunque la mayoría de los lectores -aquellos lectores de bet-sellers que engrosan los números de ventas- no profundizan demasiado en estos temas, creo que no se puede decir que sea un libro recomendable.