El pórtico

En El pórtico, Delerm nos presenta a Sébastien Sénécal, un dedicado profesor de letras de secundaria que, a pesar de que la vida le sonríe –sus hijos, Julien y Marine, ya se han emancipado; quiere a su mujer, Camille, profesora de música que disfruta tocando la viola de gamba en un conjunto de música barroca; él mismo ha pedido horario reducido en el trabajo, lo que le permite cultivar sus pequeños placeres–, atraviesa una crisis. Aquejado por molestias físicas, Sébastien pierde la ilusión por su labor docente y es presa de una apatía que le atormenta. ¿Por qué la simple presencia de un inspector en una de sus clases de literatura o la construcción de un «pórtico» en el jardín de su casa darán un giro decisivo a su vida

Ediciones

Edición Editorial Páginas ISBN Observaciones
2004 Tusquets
145

Título original: Le portique. Traducción de Javier Albiñana.

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Imagen de Rubito

Un agradable relato, de personajes reales y psicológicamente muy bien perfilados con trazos casi impresionistas, que se desenvuelve en un ambiente también cercano y que sirve de referente sociológico de este momento, para asomarse más en concreto a las dificultades de los profesores, pero quizás de cualquier profesional en la edad media de la vida. Novela sosegada y apacible, es un pequeño canto a esa felicidad que puede encontrarse en lo cotidiano.

(de Ángel García Prieto)

Imagen de Artemi

El escritor muestra tal cariño por lo menudo, por lo cotidiano (basta leer "El primer trago de cerveza y otros pequeños placeres de la vida") que su lectura nos hace descansar y reposar la mirada en tantas cosas que amaríamos si fuéramos más despacio por la vida. Me parece que ésta es la gran virtud de Delerm. La historia es sencilla, pero tan cercana, tan cotidiana, tan amable, que nadie a quien haya recomendado este libro no me lo ha agradecido sinceramente.
Un viejo profesor sufre una especie de depresión y ansiedad por el trabajo. Le salva el amor a su familia, el amor a las pequeñas cosas que jalonan su rutina, porque al fin todas nuestras vidas serían rutina si no estuvieran perfumadas por algo que las trascienda, como es el caso de querido profesor de literatura que se prepara con tanto esmero sus clases.
Insisto. Como el buen cineasta, que sabe detener la cámara en un caracol o en una sonrisa, esta novela está llena de paradas que invitan a pararnos.