El rodaballo

Un pescador del Neolítico encuentra en la desembocadura del río Vístula un rodaballo hablador. Éste está dispuesto a asesorar a su captor sobre cómo liberarse del matriarcado y progresar técnica y culturalmente. En la contraportada del libro se especula sobre si "El rodaballo" constituye un alegato antifeminista.

Ediciones

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1980 Alfaguara
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Habiendo leído exclusivamente 64 páginas de este volumen que alcanza las 557, llego a la siguiente conclusión provisional: que el libro es una gansada. Por ejemplo el autor enumera las nueve (u once) cocineras que alberga en su interior desde el Neolítico. 557 páginas de este tenor se hacen un poco pesadas. En las primeras páginas nos explica que Ilsebill (nombre genérico que aplica a su esposa y después a todas las mujeres), Ilsebill, digo, está embarazada. El autor trata de canalizar las discrepancias entre ambos a través de los nueve capítulos de la novela; uno por mes. El matrimonio discute sobre los arquetipos que se atribuyen a hombres y mujeres: el hombre pretende ser inteligente y altruista y asigna a la mujer el papel de irracional, dominante y manipuladora. La clave de la novela está en la imaginación y el sentido del humor con los que el autor utiliza al rodaballo parlante, nos habla de sus cocineras favoritas y remata con otras historias hasta completarla. Sobre si es aconsejable la lectura de este libro contestaremos que para un lector ocasional no; hay muchísimos libros interesantes para caer en manos de El rodaballo o de Günter Grass. Para un lector sistemático puede ser interesante enterarse de lo que defiende el autor en esta obra siempre que, como es lógico, no se lo tome en serio. En todo caso hay que tener en cuenta que Grass aunque escriba bien es un poco "plasta". Abundan en la lengua alemana los autores que escriben bien –en alemán- pero que son infumables. Comenzando por Thomas Mann, también Premio Nobel de Literatura. Da impresión de que el Comité para los Premios Nobel de Literatura tuviese un cupo para estos autores irracionalistas tales como Gabriel García Márquez, Samuel Beckett, Darío Fó y el propio Günter Grass. El autor parece tener poco sentido religioso y en consecuencia menciona frecuentísimamente (por lo menos en las primeras 64 páginas) la religión. Se trata de un fenómeno común ya que el creyente aborda su religión "con temor y temblor", en tanto que el no creyente no tiene ninguna dificultad en hollar con los pies sucios la nieve blanca de la fe de los demás. Por ejemplo Grass mantiene que el catolicismo, en el que al parecer está bautizado, es un mix de cristianismo y paganismo; en tanto que el protestantismo supondría un esfuerzo por racionalizarlo. El autor, por si acaso, se confiesa socialdemócrata lo que no deja de ser una variante poco comprometida de todo lo anterior. De momento no voy a continuar leyendo esta novela. A ver si en otra ocasión.