El tiempo envejece deprisa

A lo largo del siglo XX, Europa envejeció deprisa, al ritmo de dos guerras mundiales, varios imperios desmoronados y una situación explosiva en los Balcanes. Los nueve relatos cortos, reunidos en este volumen, reflejan distintos pliegues y arrugas en el rostro del Viejo Continente. Cada uno de ellos está ambientado en una ciudad distinta y en un país diferente, con personajes cuyos únicos lazos de unión son la época en que todos viven y el hallarse en situaciones muy propias de las circunstancias históricas del momento.
La obra está bien escrita, con un nivel uniforme de calidad estilística, pero oscila mucho en el modo de tratar su temática. Hay cuentos breves, cuya duración se circunscribe a minutos, todo lo más a horas, y otros de una duración no bien precisada, pero que abarca varios períodos separados por años entre sí. 

 

Ediciones

Edición Editorial Páginas ISBN Observaciones
2010 Anagrama
171
978-84-339-7528-7
2009 Anagrama
174

Título original: Il tempo invecchia in fretta. Traducción de Carlos Gumpert

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Comentarios

Imagen de Rubito

En todas estas nueve historias está presente ese lenguaje y esa aguda mirada tangencial, sugerente, y muchas veces certera, que deja abierto el final de la historia; entre otras cosas porque su comprensión no es nada fácil, pues las dos primeras, diría, son crípticas o incluso incomprensibles. Afortunadamente a alguna no le faltan detalles de humor o fina ironía, entre la crítica política de izquierdista ilustrado. Me quedo con el Tabucchi de Sostiene Pereira, La cabeza perdida de Damasceno Monteiro, Réquiem, Dama de Porto Pim o Sueño de sueños, que no necesitaban la explicación extraliteraria que el autor suele hacer de sus últimas obras, al presentarlas con comentarios en la prensa o incluso con conferencias, que evidentemente enriquecen y aclaran el contenido de lo narrado en estos últimos libros, por sí mismo difíciles.

(de Ángel García Prieto)

Imagen de enc

Todo lo que se relata es un relato. Todo lo que se cuenta podría ser un cuento. En el relato es preciso que ocurra algo. El cuento se entiende que ha de tener una conclusión. En la contraportada de este libro un cúmulo de críticos literarios franceses se deshacen en elogios sobre esta obra: "Relato a relato, Tabucchi mezcla monólogos interiores, ensueños y reminiscencias". Mezcla. Sí, el libro es una mezcla, no cabe duda. Un puré que se va aclarando hasta que llegamos a dos historias más o menos potables, como son "Festival" y sobre todo "Bucarest no ha cambiado en absoluto". Otro crítico nos explica que "El gran talento de Antonio Tabucchi consiste en su capacidad de traducir en ficciones sonámbulas las paradojas de las que está hecha la vida humana". Esta frase ya es de por sí una "ficción sonámbula", pero no se detiene aquí y añade: "Nos arrastra a universos paralelos que aparecen bajo los pasos de sus personajes: visiones, sueños, vidas huecas en sí mismas, donde se hunden". Ahí queda eso. Empecemos por decir que resulta patético no saber con qué género literario trabajas; si son ficciones sonámbulas o universos paralelos. El autor nos da una pista cuando en el relato titulado "Clof, clop, …" señala: "Se me había metido en la cabeza el escribir una gruesa novela, por decirlo así, esa novela que todo el mundo espera, antes o después, el editor, los críticos, porque claro, dicen, los cuentos son espléndidos, y también esos dos libros de divagaciones, y hasta el falso diario es un texto de primer orden, no cabe duda, pero ¿y esa novela? ¿cuándo nos escribe una auténtica novela?". Divagaciones. En efecto se trata de divagaciones que, en algún caso, alcanzan las características de un relato. Como detalle curioso añadir que el autor se disculpa en la última página antes del índice de haber afligido al lector con sus historias -él las considera historias- y reparte las culpas ampliamente entre varias personas. Como dijo un profesor -y no está mal dicho- "procura tener siempre alguien cerca que te diga la verdad". Y otro aún más antiguo: "Timeo danaos et dona ferentes", desconfía de los críticos cuando se deshacen en alabanzas.