El vino del estío

Doublas Spaulding es un muchacho de doce años que vive con intensidad el comienzo del verano. Junto a hechos que hacen referencia a recuerdos reales, están las sensaciones, imágenes, algo así como fotogramas aislados de sucesos de la infancia que se rememoran años después. Por eso, junto a la narración coherente y lógica, se suman apreciaciones que vienen a ser como luces de colores, retazos de sucesos, desdibujados por la imaginación y por el tiempo.
El intento de construir una máquina de la felicidad está a punto de romper el pequeño pedazo de felicidad real y concreta de una familia; una iniciativa para utilizar un tipo de césped que no necesita ser cortado y así ahorrar tiempo; todo eso, unido a sucesos más o menos fantásticos que han quedado en la mente de un niño de doce años. Douglas y su hermano Tom, viven con intensidad un verano que se va gastando y resulta imposible guardar. La vida no se puede retener; ni el nacer ni el morir están en nuestras manos, sí lo está la intensidad con la que vivimos cada momento. El relato gustará a lectores que valoran la forma, el arte de la narración. El estilo es poco convencional, como un cuadro a caballo entre el dibujo realista y las manchas de color; no se puede pretender aplicar un esquema racionalista al texto. Algunas escenas están magistralmente descritas y con toques de humor logrados. La escena del matrimonio en la que ella hace referencia a la felicidad matrimonial es una de las mejores del libro.