Fin de siglo

Con Fin de siglo –referido, claro está, al final del siglo XIX-, el escritor nos propone cuatro nouvelles, que quizás sean la mejor forma para conocer a Morand y acercarse a sus puntos de vista, al sarcasmo y la ironía, al desprecio hacia lo popular y común: su extraño sentimiento de superioridad intelectual y moral, su elegante cinismo. La primera, Flor-de-Cielo, se desarrolla entre Viena y Pekín y narra las disputas de tres oficiales por el amor de una mujer que acabará trágicamente torturada hasta la muerte por los bóxers después de haberse convertido en lazarista. La segunda nouvelle, La Presidenta, pasa en los Estados Unidos y nos muestra a una mujer fuerte de carácter dominada por la cultura de la alta burguesía de su época. Con El bazar de la caridad, plantea el clásico escenario marido-mujer-amante, del vodevil que termina en tragedia. Finalmente, con Fuego señor duque, que nos retrata a un hombre viudo de quien toda la família quiere la herencia, nos encontramos en un territorio más divertido, casi com si se tratara de una farsa con un final feliz digno de las comedias de la época dorada del cine.

Ediciones

Edición Editorial Páginas ISBN Observaciones
2013 El Aleph
206
978-84-15325-28-4
Valoración CDL
3
Valoración Socios
3
Average: 3 (2 votes)
Interpretación
  • No Recomendable
  • 1
  • En blanco
  • 2
  • Recomendable
  • 3
  • Muy Recomendable
  • 4

2 valoraciones

Género: 

Comentarios

Imagen de Azafrán

FLOR DEL CIELO
El capitán austriaco Wolfram Parr, de veintisiete años, el teniente alemán Vos Wedeke, de veinticinco, y el joven francés Jean Fontenier, de veintiuno, pertenecían al grupo social de los privilegiados, los admitidos en la vida de la corte del Emperador Francisco José I, eran invitados a las celebraciones organizadas por las distintas representaciones oficiales de los países europeos en Viena.
En este relato, los tres jóvenes viven dedicados a una frenética actividad social, de lujo y ociosidad, frecuentando los salones donde se exhiben las más bellas jóvenes austriacas, hijas de familias nobles y adineradas. De todas ellas, destacaba por su singular belleza Ida María von Karisch, hija del consejero de palacio. El lector conoce a la joven en medio de una cuidada descripción de una cena de disfraces ofrecida por el embajador ruso y en la que aparece vestida de blanco y acompañada de un cortejo de jóvenes bellas que no lograban igualar ni su alegría ni su frescor.
El ambiente de superficialidad llevó a los tres amigos a poner sus ojos en la joven y a intentar cortejarla. María von Karisch se mantenía en una pastura de coquetería, sin dar esperanzas a ninguno de ellos pero tampoco sin renunciar a los halagos de los tres caballeros. El sentido de competencia creció tanto en ellos que llegaron a plantearse el duelo a muerte. Finalmente reconvinieron en establecer una prueba y con el resultado reconocer el derecho del ganador a la dama y el apartamiento de los otros dos. La prueba consistiría en alcanzar a caballo la cima del Leopoldsberg por su cara norte. Y así se lo comunicaron por escrito a la bella María von Karisch.
El único que completó la hazaña fue el capitán Parr, pero llegó a la cima solo para desmayarse y después de una caída, los médicos no se atrevían a dar un pronóstico. Esto sucedía en 1895.
El joven francés Jean Fontenier se alistó en el ejército que luchaba en Indochina. De allí le enviaron a China, junto con otros destacamentos que las naciones representadas en Pekín enviaron cuando sus delegaciones empezaron a sentirse amenazadas seriamente por el levantamiento de los bóxers, amparados por la emperatriz Cixi (fue un movimiento contra la influencia comercial, política, religiosa y tecnológica foránea en China durante los últimos años del siglo XIX y duró hasta 1901. En agosto de 1900, cerca de 230 extranjeros, miles de chinos cristianos, un número desconocido simpatizantes y otros 100.000 chinos habían muerto en la revuelta y su represión).
Durante la defensa de las delegaciones de las naciones, el joven francés, ya oficial, destacó como estratega. En su labor de vigilancia descubrió a la bella María von Karisch que había tomado los hábitos como religiosa tras el fallecimiento del capitán austriaco Parr. Una reacción propia de una joven de carácter que no había sabido comprender las consecuencias de su vano devaneo.
Momentos antes de la llegada de las tropas libertadoras enviadas por todas las naciones en agosto de 1900, tras un asedio de dos meses durante los cuales los ataques se sucedieron sin tregua, Fontenier se encontró a María von Karisch y le pidió que se quedara con él. La monja contestó que su nombre era flor del cielo y se alejó.
Comandando el ejército de liberación llegó a Pekín, el oficial alemán Vos Wedeke. Fontenier le puso al día de todo lo acontecido y le explicó que la joven María von Karisch se encontraba en Pekín. La buscaron en una lacería que había a las afueras de la ciudad y encontraron su cadáver: los bóxers la habían colgado.

LA PRESIDENTA
Paul Morand se inspiró en La ópera del vagabundo, de John Gay, estrenada en Londres en 1728 y citada en el propio relato como un elemento más de la historia que aquí se cuenta. La intención de John Gay con aquella ópera fue la de criticar los regímenes corruptos. En ella habla de equidad social a través de comparación entre rateros y prostitutas de bajo rango con aristócratas y burgueses.
Paul Morand va más allá al identificar a la protagonista de este relato, una pretendida heredera de la aristocracia inglesa en las colonias inglesas de Norteamérica con la protagonista de La ópera del vagabundo, Polly.
La dama se muestra fría y altanera, controladora de la vida social y de la vida de sus propios hijos hasta el punto de que ambos disfrutan imaginando su caída en desgracia por verse libres de su tiranía. Y resulta que en el pasado de la dama no hay tal sangre aristócrata. El cuento termina con la revelación de que en el pasado sólo existe una Polly, ratera y prostituta, que para salvar su cuello emigra a las colonias desde Inglaterra. Y debajo de la fría aristócrata se encierran las más torpes pasiones.

EL BAZAR DE LA CARIDAD
En este relato, Paul Morand le cuenta al lector una historia de infidelidad matrimonial. Una bella damisela, Yolande, se propone casarse con un marido rico. Pero el revuelo que ocasiona la exposición mundial de París interfiere en sus planes con los mismos efectos que pudiera hacerlo una guerra. Así nadie se fija en su belleza y resuelta a casarse consigue que un noble y rico se fije en ella. Y ella se casa así con un hombre mucho mayor que ella.
Después de siete años de vida matrimonial tranquila, aparece en escena un libertino, jugador, amén de otros vicios, a quien no le resulta difícil conquistar a la bella y rica señora, Yolande. Este vividor es el redactor de la revista Fin de siglo, que da nombre al libro de Paul Morand.
Con la disculpa de acudir a un bazar de caridad, Yolande se entrega a su amante quien le anuncia que debe partir pues las deudas de juego le abruman. Ella se quita su hermoso collar de perlas y se lo entrega.
El bribón toma el collar y corre a venderlo al bazar de caridad. Estando allí se desata un fuego inmenso que consume todo y siega las vidas de todos los presentes. La del bribón también y muere con el collar en la mano.
El marido de Yolande la busca entre los vivos y después entre los muertos y finalmente encuentra tan sólo el collar. Desgarrado de dolor regresa a casa con el collar en la mano.
Yolande había estado en la puerta de la vivienda de su amante esperando en vano su retorno y por lo tanto se encontraba en tranquilamente en su cama, leyendo. Así la encontró su esposo cuando regresó a su hogar.

EL DIFUNTO SEÑOR DUQUE
Pasaba por avariento pero sus obras de caridad eran tan numerosas como la discreción con la que las realizaba. Su afán era hacer felices a los niños de su familia (nietos de sus sobrinos) así como a los niños del barrio. Se las ingenió para redactar numerosos testamentos en los que ofrecía su enorme fortuna a sus familiares como herencia a cambio de que estos realizaran actos que suponían un vencimiento y un esfuerzo terrible, tanto que se veían forzados a renunciar a la herencia: al perezoso se le pedía el desarrollo de una actividad deportiva de alto rendimiento, a la solterona introver5tida, el matrimonio, etc.
Finalmente aparece el último testamento en el que deja su inmensa fortuna a un niño de su familia con la condición de que siga celebrando fiestas y regalos para todos los niños una vez al mes. El duque de Orgon, Hercule, se burla así de sus avariciosos herederos.

Imagen de Ran

El libro recoge cuatro relatos que presentan la misma estructura y formato de desarrollo. A primera vista las historias no pretenden ser moralizantes, pero todas presentan una situación frívola, hija del fin del siglo XIX, que queda rematada con un acontecimiento extraordinario, fuera de lo previsible o, incluso, en tragedia que hace madurar y hacer más humanos a los personajes.
La caracterización de ambientes y personales es aceptable, con cierto colorido pero sin demasiado énfasis en rasgos definitorios. Sin ser una obra excepcional, se deja leer bien con una narrativa ágil y, en algunos momentos dejando destellos de buen humor.