Jovellanos

Biografía de Gaspar Melchor de Jovellanos (1744-1811), ejemplo del movimiento ilustrado en España. Editado en 1988, posíblemente sea una edición anterior de la obra del mismo autor, "Jovellanos, el patriota" (2001).

Ediciones

Edición Editorial Páginas ISBN Observaciones
1988 Espasa Calpe
207
84-239-2436-X

Subtítulo: Un hombre de nuestro tiempo.

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Gaspar Melchor de Jovellanos nació en Gijón (Asturias), en 1744. Segundón de una familia hidalga, estudió cánones en Alcalá de Henares. Desde 1757 reinaba en España Carlos III y el joven obtiene una magistratura en Sevilla, donde permanecerá entre 1768 y 1778. Allí va a conocer a Pablo de Olavide, intendente real. Nuestro hombre hace suyos los principios de la Ilustración: El hombre ilustrado ha de ser "filósofo, virtuoso y humano" (pág.46); ello le exige: "Amplias lecturas, sentido crítico y un afán por mejorar el mundo" (pág.57). En 1788 fallece Carlos III y Jovellanos pronuncia su Elogio ante la Real Sociedad Matritense. Atribuye al monarca fallecido el ideal de la Ilustración: Buscar la felicidad de su pueblo a través de la prosperidad.

Pero la Revolución Francesa iba a poner en peligro a los ilustrados de este país. Jovellanos es apartado de la Corte por primera vez. Pasan los años y Godoy le convoca para ocupar la Secretaría de Gracia y Justicia. Nuestro hombre escribe en su diario: "Haré el bien y evitaré el mal que pueda ¡Dichoso si vuelvo inocente!" (pág.159). Sólo ocupó el puesto durante ocho meses y fue devuelto a Asturias. Jovellanos sabe que se está fraguando su ruina. En 1800 se le instruye un proceso secreto en la Audiencia de Oviedo por "conspirar contra la Corona". Es arrestado sin juicio y se le destierra a la isla de Mallorca, donde permanecerá hasta la caida de Godoy.

Mientras tanto el ejército francés ha ocupado la Península y Carlos IV cede la corona de España a Napoleón, que designa rey a su hermano José. Los amigos ilustrados de Jovellanos toman partido por el francés; no así él, que escribe: "La causa de mi país puede ser temeraria, pero al menos es honrada" (pág.184), y se integra en la Junta de Gobierno para la parte no ocupada por los franceses; primero en Madrid, luego Sevilla y finalmente en Cádiz. En 1810 la Junta resigna sus poderes a favor de la Regencia y Jovellanos vuelve a Asturias, donde fallece en noviembre de 1811.

De Jovellanos podemos decir que no buscó sus intereses sino los de su país. "El éxto -escribe- no está en conseguir el poder, sino en la calidad de la obra que se haga desde él" (pág.144). Jovellanos es amigo de la libertad, pero aspira a alcanzarla mediante reformas, desarrollo económico y educación. Escribe a un amigo: "Jamás concurriré a sacrificar la generación presente para mejorar las futuras. Usted aprueba el espíritu de rebelión, yo no" (pág.140).

Como ilustrado Jovellanos cree en el valor de la instrucción pública. Escribe a Lord Holland: "Lo que importa es perfeccionar la educación y mejorar la instrucción pública: Una nación nada necesita sino el derecho de juntarse y hablar. Si es instruida, su libertad puede ganar siempre; perder nunca" (pág.191). La afirmación nos parece algo ingenua, ya que la educación de las virtudes morales, que en Jovellanos era natural, espontánea, a lo largo de la historia no lo ha sido en tantos hombres y mujeres supuestamente instruidos de nuestra Patria.

En resumen, Jovellanos fue un gran español, un ilustrado que no renunció a su fe católica, lleno de virtudes humanas, fue demócrata cuando todavía no se conocía la democracia moderna, y comprendió que los errores de los gobernantes no autorizan a usar la violencia. Una lectura fácil e instructiva.