La Cruz de El Dorado

Jaime Mercader nació el 21 de junio de 1887 y, aunque no conoció a su madre, recibió de su padre todo el cuidado y la educación que el buen hombre fue capaz de darle. Cierto es que su progenitor no era otra cosa que un jugador y un estafador de poca monta, entre esto, y que, con los años, el joven Jaime Mercader aprendió a copiar tales virtudes con singular habilidad. Quizá por eso no extrañarán sus aventuras.

Ediciones

Edición Editorial Páginas ISBN Observaciones
2005 Edebé
208
978-84-236-5100-9
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Constituye este título el primer libro dedicado por su autor a Las asombrosas memorias de Jaime Mercader. Si te cautivan las aventuras trepidantes, los misterios asombrosos y los tipos excéntricos, entonces no dudes en abordar las aventuras de Jaime Mercader, pues eso es exactamente su vida: una locura detrás de otra. Jaime Mercader –apodado Little Jim–, nació el veintiuno de junio de 1887 en Aranjuez, un pueblo de Madrid. En cierto modo, fue un niño prodigio; mas, por desgracia para la moralidad pública, la actividad que le convertía en prodigioso era el póquer. Pero, ¿qué otra cosa podía esperarse del hijo de Fernando Mercader, contumaz estafador y jugador de ventaja? Nació con una baraja en las manos, y desde entonces no la ha soltado. También demostró precocidad desarrollando un temprano talento para meterse en líos. Siendo un crío, y huyendo de la justicia, su padre y él se vieron obligados a emigrar a América. Y ya desde el principio comenzaron los problemas, pues, nada más llegar, naufragaron frente a las costas de Colombia. En el transcurso del siniestro, Jaime Mercader conoce a un misterioso asesino árabe llamado Rasul Alí Akbar, trabajó como mesero en un burdel, fue el crupier de una ruleta trucada y, tras instalarse en Cartagena de Indias, se convirtió en el tahúr más joven del Caribe. Y ésos sólo fueron sus comienzos, porque también ha sido buscador de tesoros, gallero, contrabandista, cacique tribal, dueño de un casino, explorador involuntario..., incluso actor de cine. Ha hecho tantas cosas, y todas tan equivocadas, que bien puede decirse que es un ejemplo. Malo, pero ejemplo al fin y al cabo.