La leyenda del santo bebedor

Cinco cuentos escritos por Roth en el crepúsculo de su vida (1894-1939), en París. El autor murió alcoholizado, lo que nos remite a la primera de las historias, "La leyenda del santo bebedor". Escritor y periodista, Roth era originario del desaparecido Imperio austro-hungaro, y allí sitúa dos de las historias "Abril. Una historia de amor" y "El jefe de estación Fallmerayer". Por último, estaba reciente la Revolución rusa que había conmocionado a Europa, y a Rusia se refiere en los relatos "El profeta mudo" y "El Leviatán".

Ediciones

Edición Editorial Páginas ISBN Observaciones
2013 Ediciones Obelisco
155
84-15139-90-4

Colección books4pocket.

Valoración CDL
3
Valoración Socios
3
Average: 3 (1 vote)
Interpretación
  • No Recomendable
  • 1
  • En blanco
  • 2
  • Recomendable
  • 3
  • Muy Recomendable
  • 4

1 valoraciones

3
Género: 

Comentarios

Imagen de enc

Cinco hermosas historias detrás de las que se esconde la personalidad del autor. La prosa es ligera y despreocupada, casi humorística.  Llama la atención que Roth, que era judío y había tenido que huir de Alemania con motivo del advenimiento del nazismo, no se recate de utilizar personajes judíos en sus historias. ¿Por qué utiliza así a sus correligionarios cuando tanto en Rusia como en Alemania se imponía el antisemitismo? Quizá es una afirmación de que éllos estaban ahí. Es posible que sea la evocación tierna de sus propios orígenes. De todas formas varios personajes hablan de emigrar a Nueva York, lo que constituyó la salvación para muchos de ellos.

El autor también hace referencia a la caída del Imperio austro-hungaro que había de ser lamentada por Stefan Zweig en "El mundo de ayer". Uno de los personajes de "El profeta mudo" comenta: "Año tras año he podido ver cómo el Estado se iba desintegrando, la gente se volvía más indiferente, pero también más resentida, sí, más llena de odio. Hacíamos chistes y todos nos reíamos de ellos -prosiguió-. Yo mismo tengo que reprocharme unos cuantos. Créame si le digo que los chistes bastan por sí solos para derrocar un antiguo Estado. Todos los pueblos se burlaban. Y sin embargo, en mis tiempos, cuando el ser humano aún era más importante que su nacionalidad, existía la posibilidad de hacer de la vieja monarquía una patria de todos" (pág.102).