Las dimensiones de la persona

En primer lugar, se presentan diversas descripciones de la persona, acogiendo en fin de cuentas la que la propone como principio y término de amor. En la segunda parte, mucho más extensa, se estudian distintos caracteres de la persona humana: su dignidad, su índole espíritu-corpórea, la intimidad, la libertad y su crecimiento, la apertura a la verdad, la capacidad de amar, su singularidad irrepetible, su capacidad de innovación, la relación con los otros, la felicidad, su relación constitutiva con Dios.

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De este libro, elegido en su primera edición como libro del mes por la Biblioteca Almudí, en la misma Biblioteca apareció la siguiente reseña, firmada por Antonio Schlatter: «Carlos Cardona (†), Catedrático de Metafísica, maestro de Tomás Melendo y al que éste, como él mismo manifiesta en su libro, debe gran parte de lo aprendido en el ámbito de la filosofía y en concreto en lo relativo a la persona, definía al hombre como "alguien delante de Dios y para siempre". Pues bien, se podría decir resumidamente que el libro de Tomás Melendo se dirige a ayudar a desentrañar la hondura de esta definición.
El autor, con un estilo sencillo, ágil y claro, ilustrado con multitud de citas de gran variedad y riqueza, y siempre muy acertadas, no abandona en ningún momento su objetivo: asombrarnos del ser personal. Por ello su amenidad no hace concesiones a la frivolidad, y cada afirmación o idea que desarrolla se encuentra bien arraigada en lo más radical de la persona.
En el primer capítulo el autor expone brevemente cómo la persona es una realidad abierta al ser, a la verdad, a la bondad y a la belleza. Sólo a partir de esa apertura a los trascendentales, con ese deseo de infinito, se pueden entender y valorar correctamente los demás facetas que caracterizan al hombre de hoy y de todos los tiempos, que le alejan de las demás criaturas creadas y que le hacen "a imagen y semejanza de Dios".
Bien afirmada esa base, el profesor Melendo va desarrollando los rasgos específicos de la condición humana. Y lo logra hacer de un modo equilibrado tanto en el modo de tratar cada tema como por el hecho de hacerlo sin sobresaltos, llevando al lector de la mano desde las facetas humanas más manifestativas hasta aquellas que atisban lo más profundo que hay en el hombre.
Comienza desarrollando aspectos estáticos de la dimensión humana, como son la dignidad personal, su índole espíritu-corpórea y su intimidad, para pasar luego al aspecto más dinámico, aquello que hace al hombre infinitamente perfectible y capax Dei: la libertad y su crecimiento (la aspiración al bien), la apertura a la verdad, la capacidad de amar y su singularidad irrepetible.
Vista la persona desde este prisma más radical, las conclusiones a las que llega el autor se reparten en las tres últimos capítulos que dan sentido a todo lo que se ha afirmado antes y cuyas afirmaciones gozan ahora de una fuerza asombrosa: la persona es el único ser creado abierto totalmente y plenamente a la trascendencia, que sólo en la medida en que sabe abrirse a ella es realmente feliz y que, también en la medida que sepa darse, donarse, participará del nexo ontológico, constitutivo, que le une a Dios y le hará vivir y ser "delante de Dios".
En definitiva, el libro posee el gran logro de abordar un objetivo tan difícil y actual como es el de entender quién es el hombre, despojado en la actualidad muchas veces de sus mejores rasgos y convertido en simple individuo de especie o sujeto de derechos. Pero lo hace además de un modo profundamente metafísico (y sencillo, ¿quién dice que lo metafísico ha de ser complicado?) y por tanto de un modo real y comprometido. De este modo no sólo logra conservar el orden que una buena antropología no debe perder, sino que logra ser un punto de partida para multitud de otros aspectos y manifestaciones que adquieren entonces su pleno sentido y riqueza. Frente a quienes estudian a la persona de un modo inmanente, a quienes lo hacen parcelando al hombre en una suerte de numerus clausus, y quienes finalmente sobredimensionan alguna faceta de la persona dándole una relevancia que no tienen de por sí, el análisis del profesor Melendo se ajusta al que puede hacer alguien que, como él, ha dedicado décadas a llegar del Ser al ser y vuelta, de Dios al hombre y del hombre a Dios».
Como puede observarse, no constituye un tratado completo de antropología, sino una aproximación a la persona humana. Lo hubieran redondeado dos cuestiones, que el autor ha desarrollado ampliamente en otros escritos: el carácter sexuado de la persona humana (persona-femenina y persona-masculina) y el sentido del trabajo.