Lila

Lila, de cuatro o cinco años, malvive en algún punto del Midwest de la década de 1920. Sobreviven uniéndose a una banda de trabajadores nómadas en busca de empleo mientras el país se sume en la Gran Depresión. Pasan los años y un día entra en una iglesia del poblado de Gilead, donde Lila y el reverendo Ames vivirán una historia de amor como un milagro repentino e inexplicable.

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Imagen de José Ignacio Peláez Albendea

La autora, profesora universitaria, ensayista y crítica literaria, reconocida con el Premio Pulitzer y el National Book Critics Award de 2004 por su novela “Gilead”, ambientada en una pequeña población rural de Iowa, vuelve a los personajes de esa obra, el pastor metodista John Ames y su mujer Lila. En “Gilead”, la voz narrativa  y el punto de vista es el del pastor John Ames, ya mayor, que escribe una larga carta a su hijo de siete años, que tuvo ya muy mayor, para contarle sus recuerdos y todo lo que le gustaría contar a su hijo, pero presumiblemente no podrá, para que las lea cuando tenga más edad y pueda entenderlas.

John Ames es un hombre piadoso y rezador, que sirve a los files confiados a sus cuidados con esfuerzo y dedicación, y afronta los dolores y misterios de la vida acudiendo a la oración y a la Biblia; sorprende la naturalidad, hondura y belleza con la que el relato expresa la relación con Dios y su creación y sus criaturas.

Esta novela, “Lila”, está escrita desde el punto de vista de la esposa del pastor, niña que nace en una casa desolada, en la que no es cuidada, y es “robada” a los tres años por una mujer, Doll, que la cuida y la salva.

Sin ninguna formación, sin apenas familia, viviendo de acá para allá con unos sin hogar, que duermen al raso, y viven donde hay trabajo, emigrando de continuo por la gran geografía de Estados Unidos, llama la atención esta historia de aprendizaje y redención, dura, en la que se expresan con crudeza las cortantes aristas de una vida sin familia, sin hogar y casi sin amor, salvo el de Doll en su infancia, donde la bondad y el amor de un pastor cristiano protestante, primero humaniza y poco a poco, abre el corazón roto y lleno de cicatrices de su esposa Lila a algo más allá, contando con el tiempo. Con naturalidad, en el día a día, Lila descubre la belleza implícita de la fe cristiana a través de la vida ordinaria de esa comunidad rural y, sin grandes conversiones, Lila se abre a una fe arraigada en la vida de su marido y de las personas de su pequeña comunidad. 

Muy bien escrita, es alta literatura.