Los crímenes del número primo

La juez Lola MacHor está a punto de enfrentarse a la experiencia más terrible de su carrera: dos cuerpos con vestes clericales son encontrados en una remota ermita, brutalmente asesinados, y los cadáveres aparecen rodeados por una importante cantidad de dinero y de un antiguo Lignum Crucis. Todo parece indicar que el asesino está retando a la policía con un juego terrible que responde
a algún tipo de regla matemática...

Ediciones

Edición Editorial Páginas ISBN Observaciones
2008 RBA
480
9788498670110
Valoración CDL
3
Valoración Socios
2.666668
Average: 2.7 (6 votes)
Interpretación
  • No Recomendable
  • 1
  • En blanco
  • 2
  • Recomendable
  • 3
  • Muy Recomendable
  • 4

6 valoraciones

Género: 

Comentarios

Imagen de guileto

Loable intento de autora novel, pero fallido o, al menos, muy mejorable. Excesivamente complicada, le sobran páginas y explicaciones, diálogos largúísimos y prolijos. Se confunde la intriga con la complicación lo que a veces resulta tedioso. Los personajes pretenden tener profundidad y a la vez ser muy "normales": para eso se necesitan muchas más horas de vuelo sobre el papel, si no pueden hasta resultar un tanto estúpidos.

Imagen de Azafrán

Podría decirse que esta novela responde al patrón de las novelas policíacas. Una de las buenas, aunque apta, sólo, para mentes lúcidas y abiertas. El tema, arriesgado. Las ideas de fondo, también.
Reyes Calderón apuesta fuerte. El asesinato de dos clérigos en Navarra. Pero dos clérigos de altura: nada más y nada menos que el Abad del monasterio de Leyre y el Arzobispo de Pamplona. Tras esas muertes, el escándalo. ¿De qué serían culpables para merecer semejante muerte?
La protagonista del relato es una mujer, la jueza Lola MacHor. Una mujer inteligente y consecuente con los compromisos adquiridos en su vida profesional y personal. Le ayudará un inspector de la Interpol, Juan Iturri, amigo con aspiraciones a “algo más”. Pero el apoyo definitivo lo encontrará en un monje del monasterio de Leyre, un matemático que prefirió la vida apartada y el trato con Dios. Este monje, el padre Chocarro, descubrirá la clave matemática de la solución.
Mientras desentraña, la jueza MacHor, el galimatías en el que se mezclan el dinero que huele a corrupción, la sangre de los dos clérigos asesinados y el silencio de los estamentos eclesiásticos que suena a “encubrimiento”, la jueza consigue encontrar el cabo del hilo por el que llegar al ovillo y que no es otro que el asesinato de un homosexual.
¡Vaya! Por fin una novela que rompe con el convencional pacto de los autores actuales: siempre aparece un personaje homosexual que es el bueno, el mejor, de la novela. Aquí nos encontramos con un ambiente de homosexuales en el que también aparecen, como entre los heterosexuales, algunos que no son tan buenos… O que son realmente malos. Será porque la autora no cree que las ventas de la novela puedan resentirse tras tal “osadía”.
Desde luego no es una novela para gente con mente estrecha, ni para gente que se deje llevar por las consignas “facilonas” de las que pululan, lanzadas no se sabe si con intención de manejar al público poco dado a la reflexión.
Como defecto –de carácter menor- señalaría algunas descripciones de las actuaciones judiciales cotidianas que distraen al lector de la trama principal. Seguro que la finalidad de esos “ínter actos” es dar el “color” de realismo al relato. Pero, por ser “tópicos” resultan demasiado manidos, y no añaden mayor valor a la novela en sí.
Primera novela de una saga que convertirán a Reyes Calderón en la Agatha Christie pamplonica del sigo XXI. Una intriga que deja al lector inquieto hasta las últimas páginas en las que se encuentra –por fin- el esclarecimiento de los hechos.
Creo que los adolescentes mayores de 16 años disfrutarán con ella y por supuesto los adultos.

Imagen de Ran

La autora se estrena con una novela policial de envergadura. Plantea una trama que comienza con dos asesinatos, que va desarrollando de manera progresiva haciendo encajar las diferentes piezas a la perfección, manteniendo el interés hasta el desenlace final.

Sorprende la calidad literaria, el buen gusto y la correción del estilo; los personajes están bien caracterizados, sin caer en estereotipos fáciles o simplones, y la honestidad y seriedad con que aborda el tema de fondo, y la relación que la protagonista –una jueza-, mantiene con las autoridades eclesiásticas –los dos asesinados son un abad y un obispo- con sumo respeto hacia los modos de proceder de la Iglesia.

Trata con sumo acierto e, incluso con delicadeza, el tema de la homoxesualidad; expone con claridad y respeto, sin espíritu reivindicativo la postura de la Iglesia al respecto.
La autora nos ofrece una buena novela que tiene fondo, que engancha. Tan solo sobra media página en la que narra de manera viva un intento de abuso sexual que nada añade al desarrollo de la obra y que podía haber sido obviado sin dificultad.