Los intelectuales en 'chaise longue'

Denuncia del periodista francés sobre la cultura de izquierdas que se ha consolidado en Europa después de la Segunda Guerra Mundial. Señala como ha llegado a alcanzar una situación de predominio y exclusión de los discrepantes.

El autor afirma que no se trata de cultura, sino de propaganda política e incluso terrorismo intelectual.

La 'chaise longue' o divan es el símbolo de la frivolidad, cuando no el canapé del psicoanalista.

Ediciones

Edición Editorial Páginas ISBN Observaciones
1976 Edhasa
158
84-400-9570-8

Original francés de 1974.

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Al finalizar la Segunda Guerra Mundial Europa se encontró dividida en dos bloques, uno de ellos comunista; pero Occidente no tenia una filosofía eficaz que oponer a la ideología de izquierdas. Ya Antonio Gramsci, cofundador del Partido Comunista italiano, había recomendado en 1937 la formación de una élite de intelectuales especializados en el desarrollo ideológico. En 1964, el comunista francés Jean Paul Sartre recibe el Premio Nobel de Literatura. En 1965, el filósofo marxista Herbert Marcuse, que se había refugiado en los Estados Unidos en 1933, regresa a Alemania donde se le considera padre de la nueva izquierda. En 1966 tiene lugar en China la llamada Revolución cultural y se difunde en Occidente el "Libro Rojo" de Mao. Finalmente, en mayo de 1968, los estudiantes de París se levantan contra el orden establecido. Revolución parecía ser la palabra de moda.

En su libro "Los intelectuales en chaise longue" (1974) el periodista Georges Suffert denuncia el culto que se estaba dando en Francia a los intelectuales de izquierdas. Los denomina "el partido intelectual" y hace una dura descripción de ellos: "Han abdicado de la tarea de servidores del espíritu", "dominadores y seguros de sí mismos... predican una religión progresista", "se han puesto al servicio de un nuevo dios: la política" (pás.16 y 17). Denuncia su incoherencia: "El intelectual vive como un burgués pero abomina de la burguesía. No vive como un obrero, pero adora a la clase obrera.  No es político, pero no habla más que de política" (pág.84).

Los nuevos santones de la cultura dividen la sociedad en buenos y malos. Los buenos son ellos, los malos los discrepantes: Malos, incultos y fascistas. Suffert señala como ahora la cultura ya no tiene su asiento en Universidades y Academias, sino que consiste en repetir tópicos y eslogan en los medios de comunicación, beneficiándose así de la publicidad: "El autobombo, el bombo mútuo, la alabanza de la incultura y el lenguaje esotérico comienzan a dar dentera" (pág.155). El resultado es la confusión: "Nunca se había puesto en discusión de forma tan radical el conjunto del sistema vigente, las instituciones políticas, económicas y jurídicas, los valores morales e intelectuales y hasta las religiones establecidas" (pág.138).

Suffert se define a sí mismo como un católico del montón, pero escribe: "El cristianismo está literalmente hundido. Como religión y como sistema de valores se diría que agoniza" (pág.140). Entre 1962 y 1965 se había celebrado el Concilio Vaticano II; un Concilio que pretendía adaptar la pastoral de la Iglesia Católica a los nuevos tiempos y que dió lugar en su seno a movimientos ideológicos potentísimos. Parte de la disidencia se orientó hacia lo que llamaron Cristianos por el socialismo; el pensamiento subordinado a la acción política. Denuncia también a quienes, en base a datos científicos limitados pontifican sobre la inexistencia de Dios (pág.62). Ver recientemente a Stephen Hawking.

Suffert fue el primero en denunciar que el rey estaba desnudo; que lo que se vendía como cultura no era tal. El libro se refiere a la situación en Francia, pero es aplicable a la mayoría de los países occidentales. No es totalmente sistemático ni fácil de leer, pero el lector podrá identificar situaciones que nos han tocado vivir a todos y que en parte aún padecemos.