Política sin Dios

Todo apunta a que hay una crisis moral de civilización que conviene estudiar con seriedad, que afecta a la democracia, a las familias, a la vida, y tiene su origen en el humanismo ateo que reniega de las raíces cristianas de Europa, pretendiendo construir un mundo al margen de Dios, al identificar falsamente democracia y relativismo moral. De hecho la Constitución Europea es hija tardía del laicismo como desarrollo de esos presupuestos sin Dios, que se impone bajo capa de tolerancia. A modo de ejemplo Weigel recuerda que entre las 70.000 palabras de esta Constitución no aparece la voz «cristianismo».

Después de desvelar los signos de rechazo del cristianismo (cristofobia), señala que el laicismo falsifica el pasado y difunde una concepción anoréxica de la democracia. El autor considera que el deísmo o religión filosófico-política sigue vivo como un sucedáneo del Dios Vivo, que el Estado utiliza para adoctrinar a los ciudadanos. Como es sabido, en España tenemos ahora la amenaza de esa Educación para la ciudadanía, en la Ley de Educación (LOE) impuesta contra el parecer de los expertos, de los padres y de los representantes de la Iglesia, a los que repetidas veces han intentado engañar con ofertas de diálogo, mientras se imponen con dureza los hechos consumados. Así quieren adoctrinar a las nuevas generaciones en el laicismo especialmente beligerante contra el cristianismo.