Por capricho de Dios

En homenaje a la memoria de su abuelo, el menor de una rancia familia francesa narra el pasado de su estirpe. El castillo Plessis-lez-Vaudreuil, la cuna de este linaje, es el eje de esta crónica que abarca desde las cruzadas hasta nuestros tiempos, dibujando la historia del mundo, de Europa, de Francia y de la familia protagonista. Un relato que refleja con precisión el peso de cada una de las generaciones. Los matrimonios, las guerras, los libros, los viajes, la política, las pasiones, las ideas contemporáneas subversivas y las nuevas costumbres abren sucesivas brechas en la sólida fortaleza de los habitantes de Plessis-lez-Vaudreuil. La historia del siglo XX precipita la decadencia de una familia que sabía mantener sus privilegios y encantos por encima de todos los cataclismos.

Ediciones

Edición Editorial Páginas ISBN Observaciones
2003 Diagonal
575
Valoración CDL
3
Valoración Socios
3.2
Average: 3.2 (5 votes)
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Género: 

Comentarios

Imagen de raranega

Este libro me pareció insufrible. No se puede adscribir a ningún género. Es una exaltación al egoismo. Ha sido el único libro que no he terminado de leer: no pude pasar de la mitad. En mi opinión es verdaderamente soporífero.

Imagen de acabrero

¿Es una novela? En todo caso bastante sui géneris. No hay un protagonista. Hay una familia, y en cada momento hay un personaje que destaca. El protagonista es el tiempo. El protagonista es la familia. El protagonista es el abuelo. Todo vale. También podría decirse que es el relator. Este repite en muchas ocasiones que no pretende hacer historia. Sin embargo creo que hace la mejor historia, la de los sentimientos. Todos sabemos lo fría que puede ser una historia de datos y hechos célebres. En este libro sentimos la historia a través de los múltiples personajes que tienen su protagonismo. Es un libro largo en el que no hay una trama. Y sin embargo el lector necesita seguir. Puede ser el magnífico lenguaje -hay algún pequeño fallo de traducción, pero es buena en general-, o simplemente que a cualquiera se la ha ocurrido en su vida revivir sus pensamientos remotos. El hecho es que cuando se termina, después de casi 600 páginas uno dice: ¿y ahora qué?
Se trata de un canto al tiempo. Se trata de una crítica mordaz al inmovilismo. Se trata de un regodearse en la tradición. ¿O de todo lo contrario? Sinceramente creo que es un libro sobre el que se puede hablar mucho, discutir mucho. Sólo diré que es espléndido y que es para lectores avezados. Si buscas una novela de intriga para la playa no es esto.

Imagen de Germán

Adjunto este interesante artículo aparecido en la Vanguardia:
No siempre puede afirmarse que sea un libro el elemento que une a dos personas. Pero sí que son los libros uno de los primeros temas de conversación y de coincidencia en muchas nuevas parejas. Y a lo largo de la vida en común suelen producirse muchos momentos de sintonía en torno a títulos o autores, al igual que se dan complicidades en otras manifestaciones de la cultura y de la vida.
Fue Jorge de Cominges, crítico cinematográfico y escritor, quien descubrió al Jean d'Ormesson novelista y, concretamente, su obra Au plaisir de Dieu (Por capricho de Dios); y, entusiasmado, le recomendó su lectura a su compañera, la periodista y escritora Margarita Rivière. "No recuerdo cómo cayó en mis manos la obra -explica-. Por entonces no había leído nada de Jean d'Ormesson." "La novela -añade De Cominges- me fascinó desde el primer momento por su tono proustiano y elegiaco sobre lo dulce que era vivir ‘antes de la Revolución’. El soberbio relato sobre el esplendor y caída de una familia, que hasta los años cincuenta había vivido de sus bosques y del alquiler de sus edificios en el bulevar Haussmann y cuyas únicas concesiones a la modernidad habían sido los sucesivos matrimonios por interés, con miembros de familias menos prestigiosas aunque más ricas, ponía de manifiesto los inevitables cambios que había traído el siglo XX en un entorno europeo, y concretamente francés, construido en torno a la tradición y la Iglesia."
En opinión del crítico, la obra tiene otro aspecto que la hace especialmente atractiva. "El interés del libro -argumenta- no se ciñe tan sólo al encanto del sentimiento de añoranza por el tiempo perdido, sino a la forma con que la novela refleja con despiadada lucidez el desmoronamiento del Ancien Régime y el inevitable triunfo del progreso y las nuevas ideas."
Margarita Rivière confiesa que no conocía al escritor francés cuando Jorge le aconsejó su lectura. "Él había leído, cuando salió en francés, el libro de D'Ormesson -yo no sabía quién era- y me insistió mucho en que debía leerlo. Estaba seguro de que me gustaría. Pero yo leo poca novela y soy escéptica respecto a los ‘coups de foudre’ literarios, así que lo aplacé hasta el verano. Debía ser a mediados de los setenta. Metí el libro en la maleta y nos fuimos unos días a una casita en el campo mallorquín. Entre baños, siestas y amigos apenas había tiempo para leer, pero, al fin, comencé el libro. Las primeras páginas -prosigue Margarita- me parecieron duras, pero recuerdo que, de repente, me fui implicando en la historia, en su prosa envolvente, hasta el punto que dejé la siesta para leerlo de un tirón. Mi lectura, sin duda, fue más sociológica que literaria: el libro me hizo entender el peso de las generaciones en la historia y la humilde dimensión de los individuos en el conjunto de acontecimientos humanos. Constituyó realmente una lección de perspectiva que no he podido olvidar. Desde entonces, además, pienso que las novelas -las buenas- pueden ser más explícitas que cualquier libro de historia."
La escritora reconoce que, después de esta lectura, Jorge y ella pasaron días hablando "del libro, de sus personajes y de las circunstancias que marcaron su vida". "Nunca le agradeceré bastante esa recomendación", concluye.

Imagen de acabrero

"La mirada de Jean d'Ormesson va más allá de la que muestran incluso los más encumbrados y sensibles novelistas contemporáneos. Es una forma de mirar la vida y sus gentes que, lamentablemente, desaparece. Por todo ello, este libro es una verdadera joya" Margarita Riviére (Del prólogo)