Réquiem

"Siempre eres otro y misterisoso conmigo y a ti más fácil me entrego. Pero tu amor, oh mi severo amigo, es prueba a hierro y fuego". Estos poemas son ya una obra central de la literatura contemporánea.

Ediciones

Edición Editorial Páginas ISBN Observaciones
2006 Cátedra
256
978-84-376-1282-9
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Escrito entre 1935 y 1940, este largo poema no pudo ser publicado en Rusia en vida de la autora. Rememora los años de las grandes purgas de Stalin, cuando el terrible Nikolai Yezhov ocupó, entre 1936 y 1938, la jefatura de la policía política (sería destituido y ejecutado en 1939). El único hijo de Ajmátova –su marido había sido fusilado- permaneció diecisiete meses en las cárceles de Leningrado, antes de ser deportado a Siberia. Durante ese tiempo de incertidumbre, su madre se ve obligada a guardar cola junto con otras trescientas mujeres frente a las puertas de la cárcel. En esa repetida espera, salpicada de comentarios dolorosos, se inspira el poema, concebido como "un vasto sudario" que Ajmátova teje para consolar la desgracia de sus compañeras, de cuya vida han arrancado a sus maridos o a sus hijos. Para ellas, que sólo oyen "el odioso chirrido de las llaves", la ciudad de Leningrado se ha convertido en un esperpento que cuelga "de sus dos cárceles". "Hijo mío, horror mío", exclamaban desesperadas, viendo cómo "la inocente Rusia se retorcía/ bajo unas botas manchadas de sangre". En un emocionante paralelismo con la pasión de Cristo, Ajmátova traza una "crucificción" que enfrenta a madre e hijo con dolores contrapuestos, poniendo el acento en el cataclismo que se produce en el alma de la madre ante el suplicio del hijo ya muerto para ella. "Ahora sé cómo el dolor traza en las mejillas rudas páginas cuneiformes": lágrimas de acero que hacen a Anna Ajmátova, heredera de Pushkin, la voz más valiosa del grupo de poetas rusos que no aceptaron el exilio y prefirieron quedarse en su país para aullar "bajo las torres del Kremlin".