¡Submarino...!

Siempre se ha dicho que la historia la escriben los vencedores, aunque también sería correcto decir que la escriben los supervivientes. El submarino fue un arma importante durante la Segunda Guerra Mundial, tanto para la destrucción del enemigo como para desarrollar un eficaz asedio económico. Hitler intentó asfixiar a la Gran Bretaña cortándole los suministros que recibía del otro lado del Atlántico y casi lo consiguió. El arma submarina resultó más eficaz en la guerra del Pacífico, entre el Japón y los Estados Unidos. Japón es un archipiélago pobre en materias primas que ha de recibir por mar; los Estados Unidos ejercieron una presión constante sobre sus líneas de abastecimiento. Las largas distancias que tenían que recorrer los buques de superficie japoneses en su guerra de invasión y posteriormente de defensa: portaviones, petroleros, transportes de tropas y suministros, los hacían vulnerables a los sumergibles estadounidenses. Por último Japón iba retrasado tecnológicamente en la instalación del radar en sus buques, lo cual daba otra oportunidad a sus adversarios. ¡Submarino…! es la historia de determinados sumergibles que operaron en el Pacífico, la mayoría de los cuales fueron hundidos con sus tripulaciones. Algunos ni siquiera llegaron a entrar en combate; otros sufrieron la desgracia del “fuego amigo”; la mayoría perecieron después de una larga carrera victoriosa; unos pocos terminaron la guerra, entre otros el Piper, recién botado y que comandaba Edward L.Beach. El autor nos explica que un Comandante de submarino se consideraba “tocado” después de varias salidas del sumergible, en cada una de las cuales recorría aproximadamente veinte mil millas; los increíbles peligros que arrostraba y la vigilancia constante agotaban sus nervios. El submarino es un arma de un gran poder destructor pero con escasos medios de defensa, sólo puede ocultarse en las profundidades confiado en la pericia de su comandante y en la suerte, que no siempre viene de cara. Por eso los submarinistas se esforzaban por hacerse a la idea de que no sobrevivirían a la guerra. Al final del libro su autor, el Comandante Beach, a bordo del Piper, se reprocha a sí mismo haber sobrevivido a la llegada de la paz. Tenía poco más de veinte años, estaba recién casado y acababa de nacer su primera hija, pero él se sentía fracasado. La guerra es una cosa terrible, incluso para los vencedores.