Todo es para siempre

Con apenas 30 años y un puñado de versos editados, escribía Pedro Sevilla: "Mi gratitud hacia Julio Mariscal Montes, de quien aprendí que la literatura es un camino alternativo para eludir el angustioso túnel de la vida." Entre esas palabras y estas otras: "Sólo podemos ser, Don Julio, usted lo sabe,/ auténticos delante de unos folios", median doce años y tres poemarios: Septiembre negro (1992), La luz con el tiempo dentro (1995) y Tierra leve (2002),

Ediciones

Edición Editorial Páginas ISBN Observaciones
2009 Renacimiento
144
9788484724506
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"Todo es para siempre", antología poética de Pedro Sevilla (Renacimiento, Sevilla 2009), llegó a mis manos hace unos veinte días, después de que me lo recomendara EGM. No sé cuántas veces lo he leído ya. Pero la buena lectura fue la primera. Me pasó lo mismo que cuando leí Confidencias, de Eloy Sánchez Rosillo, de la misma editorial: son poemas tan autobiográficos que tienen algo de novela introspectiva, sentimental, pero con el valor añadido de la palabra poética, musical, y la sinceridad y hondura propias del género (la verdad es que no sé si la comparación es muy acertada, ahora que lo pienso se parecen más a unas memorias, pero tampoco…). El caso es que uno va leyendo sus versos editados, como no puede ser de otra manera, cronológicamente. Primero uno siente cierta desazón, pues el paso del tiempo, tan dramáticamente tratado, a uno, que es normal, le afecta, claro. Y el dolor, ese misterio para el que no hay explicación, y el amor, tan complejo, y la muerte, tan cierta. Pero van pasando las páginas, y llegas a los versos de Tierra Leve, y a esos otros inéditos, y encuentras sentido al dolor, porque es fecundo y su fruto es la alegría, porque el tiempo pasa, mas con sentido, y es que hay una cierta apertura a la transcendencia, y el amor no es la pasión, y saberlo nos deja tranquilos, y la poesía es siembra que germina y da frutos, como el padre que trabaja la tierra. Y doy fe de que la poesía de Sevilla produce frutos: que le pregunten a mi alma. Y a mis versos, a los que yo escribo, pues aunque malos, me hacen mejor, y ya lo sé, y antes quizás no lo sabía. A Pedro Sevilla sus versos le han hecho mejor, lo dice él, y además son buenos y además nos han hecho mejores a otros.
La selección y el prólogo son de Enrique García-Máiquez. Y el prólogo es otra de esas genialidades suyas, ¡rayos y truenos!, de verdad, la anécdota del recital y la gracia con que lo cuenta le sirven de excusa perfecta para defender su tesis, tan original; el escritor podrá ser un fingidor, pero los lectores, esos, nosotros, sí que lo somos.