Un hombre acabado

Papini escribe “Un hombre acabado” a los treinta años para mostrar la evolución de su espíritu y de su filosofía hasta ese momento. El libro se abre con el relato de la infancia –misérrima-, como si quisiera justificar sus posteriores ansias de grandeza. Exploró todas las corrientes filosóficas hasta llegar al realismo, lo cual le salvó la razón. El libro está escrito en forma retórica, como una continua auto justificación, pero su prosa es cortada, con un ritmo muy agradable; ello hace que el libro se lea muy bien si el lector es capaz de no asustarse ante su exagerado dramatismo.

Ediciones

Edición Editorial Páginas ISBN Observaciones
1980 Argos Vergara
246

Publicado en 1916.

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“Para vosotros he escrito –nos dice Papini- esta historia dramática de mi espíritu”. Su carácter titánico le llevó a examinar desde su juventud las principales corrientes filosóficas de la historia e irlas desechando. Mientras avanza por la filosofía va leyendo a sus autores hasta alcanzar una importante erudición. El idealismo era adecuado para sus ansias de grandeza. ¿Qué son el racionalismo y el idealismo más que una pretensión de ser como dioses; de participar en el Logos que hace inteligible el Universo? Papini tardó tiempo en desencantarse del idealismo y fue para recaer en el escepticismo y el relativismo: contrariaba a sus oponentes por el mero gusto de contrariarles, de ponerles en un apuro dialéctico. Carente de toda prudencia y sentido de la proporción no dudó en fundar revistas para divulgar su pensamiento y no sentía el menor rubor por negar hoy apasionadamente lo que ayer había defendido con la misma pasión. Finalmente incide en el realismo en lo que él mismo llama “un instante de lucidez”. Su realismo es especial y pasa por una arrebatada declaración de amor a su patria chica, la Toscana, a sus piedras, sus campos y caminos; a los grandes hombres del pasado y al carácter de sus gentes. No está muy claro que el autor no exagere voluntariamente su retórica, su angustia, su necesidad de alcanzar una mínima certeza. Sabemos que estaba casado y que en el momento de publicar “Un hombre acabado” tenía dos hijas; las cuales a buen seguro le proporcionarían algún tipo de certeza sensible. Pocos años después de publicar “Un hombre acabado” el autor se convirtió al cristianismo, alcanzando así la certeza que buscaba y que ya nunca le iba a abandonar. Las raíces de su conversión están en esta obra, no por lo que dice sino por lo que rechaza. Considero que la lectura del libro puede ser una buena preparación para el estudio de la filosofía e incluso un estímulo para la labor intelectual, tan escasa hoy en día.