Una fiesta en el jardín

A los cincuenta años David Kobra pasa revista a su vida y a sus recuerdos. Se encuentra en Budapest y es judío. Ha sobrevivido a la Guerra mundial y ahora vive bajo un régimen comunista. David se define a sí mismo como anarco-liberal y no admite más leyes que las de la literatura. Por eso se ha hecho molesto al Gobierno, que le expulsa de su puesto de trabajo e ingresa por algún tiempo en prisión. La policía ha secuestrado sus originales y tiene prohibido publicar en Hungría. Podría emigrar a los Estados Unidos como han hecho tantos, pero en esta ciudad se siente bien, aquí tiene sus recuerdos, un jardín y en él una mesa para escribir.

Ediciones

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2003 Alianza Literaria
630

Edición original húngara en 1989.

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Se ha escrito mucho sobre el sufrimiento de los judíos durante la Guerra mundial, pero el caso de György Konrád y de su personaje David Kobra, nombre bajo el que se esconde el propio autor, constituye una especie dentro del género: la de los que sobrevivieron al Holocausto y quedaron bajo regímenes comunistas. Nuevas cárceles y nuevos reglamentos. Cuando a los cuarenta años David es expulsado de su trabajo por su actitud disidente decide dedicarse por entero a la literatura. Ya en su juventud presumía de "sentir en la boca el sabor de las metáforas". Ahora sus frases son precisas y líricas. Su objetivo es trabajarlas hasta que sean perfectas: "Tallar frases en el idioma húngaro".

Una fiesta en el jardín - a decir de su autor- no es una novela, ni un ensayo, ni un diario, ni unas memorias. El texto de este libro se mueve en la frontera entre la reflexión, el cuento y el testimonio, y "ni yo sé con certeza -añade- si realmente sucedió así". En esta obra el lenguaje lo es todo. El lector encuentra por doquier imágenes luminosas y sentimientos problemáticos. La novela -pues novela es- consta de diez capítulos que pueden leerse independientemente: La infancia, la familia, la guerra, la escuela y sus amigos: János Dragomán y Antal Tombor.

No siempre es fácil seguir el hilo de los personajes donde las generaciones se mezclan y el autor se desplaza en el tiempo a través de las distintas ramas familiares. La figura de Melinda, esposa de Antal y amante de János, ocupa un papel relevante, casi protagonista, en la novela. Kobra rinde culto a la mujer y encontramos escenas de una sexualidad subida, aunque no artificial. Los personajes secundarios resultan fascinantes; familiares entre sí, son caprichosos, artistas muy del Antiguo Régimen. Al fin y al cabo lo que Konrád quiere mostrar es la continuidad a través de los lazos familiares y el entorno urbano.

David invoca la vieja sabiduría del judaísmo, los valores cristianos y el individualismo pagano; pero en el autor el paganismo se impone: "¿Qué puedo ser sino humanista, aunque el concepto de hombre no me conmueva en absoluto?" Al comienzo y final del libro el autor trata de rechazar la trascendencia: "Veo a Dios como una ley, como una nulidad pasajera, como una apariencia herida y como una serena carencia. Si tuviera que elegir entre Dios y la literatura, elegiría la literatura. Ser novelista significa rebelarse contra la singularidad de Dios". Palabras dictadas por la vanidad.

Sin embargo hay un dato que apunta en sentido contrario: Jozsef Konrád, padre del autor, era propietario de un importante establecimiento en Úfalu y éste es nacionalizado después de la guerra. Jozsef marcha a Budapest y se coloca como empleado en un almacén sin protestar. Al autor no se le ocurre caricaturizar a su padre y a su madre como hace con los demás parientes, y es sabido que el que honra a sus padres merece la bendición de Dios y una larga vida sobre la tierra.