Ventura Rodríguez. Un arquitecto en la Ilustración

El arquitecto Ventura Rodríguez Tizón nació el 14 de julio de 1717 y falleció en agosto de 1785, por lo que en 2017 se ha conmemorado el tercer centenario de su nacimiento. La editorial Anexo y el Ayuntamiento de Ciempozuelos han querido celebrar con la publicación de esta biografía, escrita por Juan Moreno Rubio, un homenaje a este célebre arquitecto ciempozueleño que vivió con entusiasmo e intensidad la Ilustración. En este libro se recogen con rigor y exactitud tanto las circunstancias personales de su vida, como sus intervenciones arquitectónicas, los proyectos no realizados y la relación con sus contemporáneos, dedicando una especial atención a otros arquitectos y políticos de la época como Sacchetti, Sabatini o Campomanes. Un trabajo de recopilación e investigación que nunca antes se había abarcado con esta amplitud.

 

Ediciones

Edición Editorial Páginas ISBN Observaciones
2017 Anexo
419
978-84-941134-7
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Biografía bien documentada y completa sobre el arquitecto Ventura Rodríguez (1717-1785), con la que se conmemora el tercer centenario de su nacimiento. El autor Juan Moreno Rubio, abogado en ejercicio y socio fundador de la Sociedad de Amigos de la Historia de Ciempozuelos (lugar de nacimiento del arquitecto), inició la investigación en 2005 para realizar un documental, pero la gran cantidad de datos obtenidos llevó a darle un giro al trabajo que se convirtió en un extenso libro.

Ventura Rodríguez, conocido como el restaurador de la arquitectura clásica en España, nació en Ciempozuelos en el seno de una familia dedicada a la construcción. Su padre, maestro de obras, fue contratado como aparejador para la edificación del Palacio de Aranjuez por encargo del rey Felipe V. Hasta allí le acompañó Ventura, siendo niño, para participar en la supervisión de las obras y recibir clases de aritmética y geometría. Poco después, tras el incendio del Alcázar de Madrid en 1734, Ventura colaboró en el diseño del nuevo Palacio Real de Madrid, que Felipe V decide construir a semejanza de Versalles. A partir de ese momento, su participación en diversos proyectos arquitectónicos de toda España se hace imprescindible. Así se recoge en la Gaceta de Madrid del 9 de diciembre de 1785, donde se publicó la noticia de su fallecimiento con los siguientes datos: “Director de Arquitectura de la Real Academia de San Fernando, Maestro mayor de las obras de Madrid…que proyectó y diseñó innumerables obras como la Capilla de Nuestra Señora del Pilar de Zaragoza, la de San Julián en Cuenca, el Palacio de Boadilla, la Colegiata de Santa Fe de Granada, la Iglesia de San Marcos en Madrid, la Iglesia de la Encarnación, diseños para la Puerta del Alcalá, para el Paseo del Prado y sus fuentes Neptuno, Cibeles y Apolo… (p.358).

En conjunto, se trata de un libro muy interesante tanto por los datos que aporta sobre la vida y la obra del arquitecto, como por los comentarios y escritos sobre la época de la Ilustración. De esta forma, se muestran su relación y amistad con otros arquitectos de la época como Sabatini, Hermosilla, Sachetti, los hermanos Villanueva (Juan y Diego), Churriguera, y con personalidades del ámbito político y literario. De hecho, el espíritu ilustrado fomentó las “tertulias” (forma de comunicación privada y espontánea), en las que se aprendía tanto como en las aulas universitarias. Propiciadas por los aristócratas, en ellas se aunaban la ciencia y la virtud, y asistía toda una corte de arquitectos, ingenieros, académicos, literatos, pintores, como Jovellanos, Goya, Samaniego, Mengs o Campomanes.  

También, a raíz de estas tertulias y entre las preocupaciones del espíritu ilustrado, estuvo el papel de la mujer en la sociedad y su participación en las asociaciones de la época. Así escribe Campomanes: “La admisión de mujeres en la Matritense no solo es justa, sino oportuna e incluso necesaria”; y afirma más adelante, “las mujeres deberían ocuparse en muchos oficios, que emplean hombres. Esa mayor ventaja sacaría el Estado de un sexo, cuyos individuos viven en gran parte, sin modo de ganar recogidamente el sustento”, para ello se debería “fomentar la buena educación, mejorar las costumbres, introducir el amor al trabajo, cortar el lujo que, al paso que destruye las fortunas de los particulares, retrae a muchos del matrimonio en perjuicio del Estado” (pp.307-309).

Un libro interesante para conocer la Historia del siglo XVIII desde diferentes perspectivas y, especialmente, la figura de Ventura Rodríguez, de quien Jovellanos hizo un Elogio, leído en 1788 en la Real Sociedad de Madrid (p.364): “Grave y sencillo en su porte, urbano y afable en su trato, instruido en sus conversaciones”.