Villanueva

Moderador: Gabriel Rodríguez Pazos

Universidad Villanueva. Costa Brava 6, Madrid.

Cuarto martes de mes, a la hora del almuerzo. 

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Me alegra la noticia de la nueva edición de Fiesta de José Gabriel Rodríguez Pazos, precisamente en estas fechas en que se cumple el centenario de la primera estancia de Hemingway en Pamplona, una buena ocasión para leer o releer la novela, llena de contrastes entre el París frívolo de los años veinte y el ambiente de Pamplona y los sanfermines. Los tiempos han cambiado, pero no tanto, y las dosis de alcohol tampoco. Luis Ramoneda

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Esta traducción quiso publicarla Espasa Calpe hace años, pero la editorial que gestiona los derechos de Hemingway en España, Penguin Random House, no dio el permiso. El año pasado, la novela se convirtió en obra de dominio público en Estados Unidos, ya que allí el plazo son los 95 años de publicación de la obra; en España son 80 años de la muerte del autor, si este ha fallecido antes de 1987, como es el caso de Hemingway. Animado por esta circunstancia, el traductor ofreció su traducción anotada a Cátedra y quisieron publicarla, pero Penguin Random House volvió a denegar el permiso. Finalmente, el traductor decidió publicarla en Amazon.com:

https://www.amazon.com/Ernest-Hemingway-ebook/dp/B0C9DZTHDB?ref_=ast_author_dp

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"Fiesta" (1926) fue la obra que catapultó a la fama a Ernest Hemingway. Después de la primera guerra mundial París era un mito para los norteamericanos. El autor prolonga el ambiente bohemio de París con la fiesta de los toros, en Pamplona. Los utiliza como telón de fondo para su argumento: la vida desordenada de Brett Ashley. En los felices años veinte las barreras morales habían cedido un tanto, pero no lo suficiente como para que al lector no le sorprendan las peripecias de una mujer alegre, divorciada dos veces, que se deja llevar por sus caprichos hasta caer en la cuenta de que se está convirtiendo en una fulana. El autor nos muestra su facilidad para escribir a través de la levedad de la prosa, que no se enreda con los detalles, la viveza de los diálogos y la autenticidad de escenas y personajes. Hemingway no tenía necesidad de inventar porque para él todo era historia. Añadamos el pintoresquismo de los ambientes y tendremos una obra a la que no falta ni sobra nada. Puede ser que le sobre la mención repetida de que Robert Cohn es judío, algo que a no pasar muchos años iba a resultar fatal en ese mismo escenario. Como a todo autor al que le gusta la bebida Hemingway concede al alcohol un lugar de primera fila en la novela; quizá sea por ello por lo que ésta parece no envejecer.