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Marzo, 2019

El orden del día

Vuillard, Éric

En febrero de 1933, en el Reichstag tuvo lugar una reunión secreta, que no estaba en el orden del día, en la que los industriales alemanes ?entre los que se contaban los dueños de Opel, Krupp, Siemens, IG Farben, Bayer, Telefunken, Agfa y Varta? donaron ingentes cantidades a Hitler para conseguir la estabilidad que él prometía. 

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Imagen de pablo.debergia

Relato relativamente corto sobre la cara oculta y entresijos de los prolegómenos de la segunda guerra mundial, la falsedad de las negociaciones y en definitiva la falta de rectitud de intención en las decisiones políticas que se tomaron alrededor principalmente de la invasión alemana a Austria en el 1938. Una situación fácilmente trasladable a nuestros días, donde la política a pasado de ser el arte de presentar convenciendo las mejores alternativas para afrontar los problemas de una nación o comunidad, a un “todo vale” para conseguir los objetivos siempre interesados y respaldados por una ambición personal en contraste con un bien común de un partido político, y/o  gran industria, o lo que es aun peor de unos individuos concretos.

Novela ágil y bien escrita, aunque te deja con ganas de profundizar mas. Se puede leer.

Imagen de Azafrán

Es más lo que se insinúa, que lo que se cuenta. Contar la Segunda Guerra Mundial en ciento cincuenta páginas no es posible. En realidad, se limita a los preliminares, cuando Alemania amenaza al canciller austriaco, Schuschnigg, con invadir el país si no acepta sus condiciones.

El 12 de febrero de 1938, Viena celebra el carnaval y Hitler convoca a Schuchnigg a una reunión en Berchtesgaden, Baviera, muy próxima a la frontera alemana con Austria. Hitler quiere de él, que firme un decreto por el que se nombren ministros austriacos a militares alemanes y en el que se absuelva a los culpables del asesinato de su predecesor en la presidencia del parlamento austriaco, Engelbert Dollfuss, en 1934. Las reticencias de Schuchnigg a firmar el decreto no hicieron sino exasperar a Hitler. Tras llamar a sus generales delante de Schuschnigg, como preludio de la invasión de Austria, el presidente del parlamento austriaco decidió firmar el decreto, pero se atrevió a señalar que de nada serviría su firma, sin la firma del presidente del Gobierno Austriaco, Miklas. La nueva negociación con Miklas supuso un enojo mayor  para Hitler, pues Miklas retrasó todo lo que pudo su firma. Mientras, Schuschnigg comenzó una campaña animando al pueblo austriaco a que votara en referéndum la aceptación de la voluntad de Hitler.

La propaganda nazi fue tan fuerte que el pueblo austriaco no solo aceptó a los ministros nazis en el Gobierno de Austria, sino que, además, Hitler decidió la unión de los dos países en uno solo, Anschluss, el 12 de marzo de 1938. Todo ello ocurrió ante los ojos y la inactividad de los gobiernos francés e inglés, ocupados en firmar decretos sobre la lotería o sobre la denominación de origen de los vinos de sus respectivos países.

La tragedia que sufrirían los austriacos judíos no fue más que un débil preludio del holocausto que seguiría después de 1942. Masacre extensiva a otros grupos étnicos como polacos, españoles…

En 1933 Adolphe Hitler había ganado las elecciones al Parlamento alemán. ¿Cómo fue posible que en tan solo 11 años, este joven desconocido en la política se hiciera con el poder, fuese capaz de anular las libertades democráticas de Alemania y se permitiera amenazar con la invasión a un vecino, y obligara a sus representantes a la anexión?

La tesis que Eric Vuillard sostiene quiere ser un mensaje de aviso a caminantes: ambos países, Austria y Alemania, aceptaron la concentración del poder en las personas del presidente de la república y del presidente del parlamento, mediante la eliminación del poder democrático de la institución parlamentaria. En el caso de Austria se habían suprimido los poderes democráticos unos años antes, cuando Dollfuss sufrió asesinato. Y como fue él mismo, Dollfuss, quien había utilizado esa concentración del poder en su persona para sacar a Austria de una fuerte crisis económica.

Eric Vuillard comienza su novela con la reunión de los veinticuatros representantes parlamentarios que además eran los representantes de las familias industriales más importantes de la Alemania de finales del XIX: Opel, Krupp, Bayer, Agfa, Siemens, Allianz, Telefunken, Basf, Farben. Acuden a la reunión preocupadas por la amenaza que puede suponer para la economía y la industria, las nuevas corrientes de libertades de las clases obreras. Ante ellos se presenta el joven Hitler que promete facilidades y concentración del poder. Y, según la novela de Eric Vuillard, son estos empresarios los que pusieron el dinero para que la campaña electoral de Adolphe Hitler fuera exitosa.

¿Qué secarían estos empresarios de la inversión económica en la campaña del joven Hitler? En un primer momento, la concentración de poder en su mundo empresarial frente a las posibles reclamaciones de los obreros. En un segundo momento, cuando la guerra estallase, tendrían mano de obra gratis, tomada directamente de los campos de concentración.

No cabe duda de que esta novela, o ensayo crítico, no pasará desapercibido en los próximos años. Viene a la cabeza la película de La Lista de Schindler, cuando un empresario alemán se las ingenia para salvar a un montón de mujeres judías como trabajadoras en sus fábricas. Después de esta novela, será difícil pensar en los empresarios como héroes de sentimiento humanitario.