Educar ciudadanos (ideas para mantener abierto un colegio)



Sigue siendo objeto de mil
comentarios, entrevistas y tertulias la famosísima
asignatura de "Educación para la ciudadanía". Sinceramente, no es para menos.
Hace sólo unos días me preguntaba una alumna si me parecía normal que no se
hiciera nada desde tantos colegios que, en principio y en final, no tienen un
ideario acorde con lo que en esa asignatura va a enseñarse
. Lógicamente, su
pregunta iba referida directamente a la conveniencia o prudencia o justicia de
asumir la medida-chantaje del Ministerio: adaptar los contenidos al propio
ideario.


 


Es claro que, si lo que
molesta son los contenidos
, modificados éstos, no hay dificultad alguna en
que se imparta la materia... pero eso es sólo la apariencia. En realidad, el
problema son los contenidos, sean cuales sean, por el procedimiento: el
Estado manda y evalúa cuestiones de rango moral
. Intentaré argumentar algo
más esta postura y sugerir una vía de solución.


 


Si en una sociedad democrática se
plantea la necesidad de que los ciudadanos –los pequeños ciudadanos- que
participan o van a participar en breve en la dinámica política han de conocer
la lógica de las instituciones, las leyes básicas, etc. nadie, lógicamente,
puede encontrar en ello reparo alguno. Estos contenidos están integrados, por
su propia naturaleza, en el área de ciencias sociales –historia, filosofía
política, etc.- o bien, pueden explicarse separadamente por un jurista. Sin
embargo, bajo el nombre de "Educación para la ciudadanía", es educación
moral –o ética
, que significa lo mismo- lo que se trasmite. Además unos
principios éticos de tal calado que van desde la concepción del propio
individuo –ese término es horrible pero así consta en la ley-, su proyecto de
vida, las relaciones interpersonales y la sociedad. Es decir, suponen la
educación de todos los principios que van a configurar el núcleo del pensar
y decidir, de la libertad
.


 


¿Puede el Estado hacer semejante
cosa? Si entra en ese terreno, tendrá la posibilidad de moldear ciudadanos a su
medida. Será imposible pensar más allá. En fin, que se trata de educación
ideológica para hacer ciudadanos a la medida del Estado
tal y como lo
entiende el Partido ahora en el poder –y mañana el de mañana-.


 


Ahora bien. ¿Y si modificamos
los contenidos?
Pues la situación perversa –que es el Estado quien pone,
quita y evalúa- se mantiene. Lo único que se modifica es que son unos y no
otros los que lo imponen. ¿Y si se deja libertad para modificar los contenidos?
¿Es adecuado mantener así la legalidad, aunque sea inmoral que el Estado
se apropie de la educación moral?


 


Se trata de evitar que todo
colegio con ideario sea sancionado o cerrado o pierda identidad. No lo perderá
porque enseñe contenidos contradictorios, sino porque deja de entenderse así
mismo como subsidiario respecto a los padres –no al Estado-. Es decir, para
conservar su modo de entender la educación y no perder la autorización que le
permite seguir siendo colegio, podría:


  1. Indicar al Estado que se impartirá la materia.

Escribir a todos los padres para que autoricen,
explícitamente, que se imparta la materia a sus hijos: el colegio se
compromete a no violentar el deseo de los padres.

Exponer en esa comunicación los contenidos precisos
que se van a impartir.

Señalar las materias en las que ya se imparte esa
educación política, social, moral, etc. (historia, ética, filosofía,
religión si lo padres la han elegido, etc. )

Utilizar las horas marcadas por el ministerio al
tratamiento pormenorizado de los problemas éticos que la sociedad –amaestrada
por el Estado- va a plantearles: el matrimonio y la familia, la educación,
el aborto y la eutanasia, las relaciones Iglesia-Estado, etc. Y esto con
conocimiento explícito de los padres.

 


Creo que los padres deben seguir
ejerciendo su función y los colegios, para evitar sanciones, han de ser listos
sin dejar de ser lo que son: instituciones subsidiarias que ayudan a los padres
en la educación de los hijos. Puede ser costoso, pero es más costoso lo que
está en juego.


 


¿Y si no se hace nada pero no
se enseñan cosas contrarias al ideario
del colegio y se procura no llamar
la atención? Habrán conseguido confundir a toda una generación de padres,
amaestrarles
para que no se preocupen, puesto que son "ellos" –el colegio-
los que educan a sus hijos. Obviamente, lo que se enseñe a los hijos, por bueno
que sea, será insuficiente.


 


Consuelo Martínez
Priego


Prof. Antropología Filosófica


 


 


Para leer más:


 


 


Ratzinger, J. (2005),  Verdad, valores y poder. Rialp. Madrid


http://www.clubdellector.com/fichalibro.php?idlibro=3371


 


Izquierdo, C.; Soler, C. (eds.)
(2005), Cristianos y democracia. Eunsa. Pamplona.


http://www.clubdellector.com/fichalibro.php?idlibro=3480