Solo quiero que me quieran

           La autora, doctora en Farmacia, es directora de un master de bioética y profesora en la universidad san Pablo CEU. Académica de Farmacia desde 2007, ha impartido numerosos cursos sobre educación sexual a adolescentes y padres de familia. Está casada, con cuatro hijos.

            Menárguez nos cuenta: “En mi clase hacemos el siguiente ejercicio: ¿Cómo reacciona un varón ante una mujer adolescente con shorts recortados, y una camiseta ajustada sin ropa interior? ¿La considera más elegante? ¿O más inteligente, o más interesante? ¿Piensa que vale la pena conocer sus puntos de vista sobre temas de actualidad o geopolítica?” (p. 25).

            Ya sólo por esa cita se ve que la autora sabe de qué habla, tiene los pies en el suelo: la diferente percepción de los chicos y las chicas, lo que sucede hoy en las relaciones entre ellas y ellos (el libro aporta datos sociológicos muy significativos).

            Un gran mérito de esta obra es que explica muy bien a los jóvenes una visión del amor y la sexualidad (pienso que basada en la teología del cuerpo, de Juan Pablo II) a la que, de otro modo, no acceden, por prejuicios o porque les resulta inasequible. Y lo hace

con un lenguaje claro, sin tapujos –por ejemplo, cuando alude a prácticas sexuales insanas-, y con brevedad.

            A mi juicio, este libro puede ayudar mucho:

- a las chicas jóvenes, sobre todo, a conocerse mejor en estos campos, captando bien aspectos importantes de su condición femenina; y entender mejor la perspectiva de los chicos.

- a los chicos jóvenes, algo similar, pero subrayaría lo de hacerse más cargo de lo peculiar de ellas.

- a las personas mayores (padres y madres, abuelas y abuelos), para ver con realismo -lejos de una visión idealizada, “rosa”, de hijos y nietos- la situación actual mayoritaria de las relaciones entre los jóvenes de ambos sexos. Y la documentada incidencia de la pornografía desde… la niñez.

- a todos, datos contrastados y consideraciones esclarecedoras sobre las enfermedades y otras consecuencias nefastas de una inadecuada conducta sexual.

            Quizá impresiona especialmente ver cómo explica la autora que sólo un amor verdadero es lo que da sentido y felicidad a la mutua entrega del varón y la mujer en las relaciones íntimas. Por ejemplo, este párrafo:

“(…) el cuerpo tiene un lenguaje. Cuando, durante las relaciones sexuales, el ser humano siente que la otra persona se le da, que no solo le da su piel, sino que le da su vida, su persona a la vez que su cuerpo, ese ser humano se siente total, absoluta y completamente querido.

Las mujeres, que expresan más los sentimientos que los hombres, a veces lloran en ese momento. Lloran porque sienten la felicidad de la entrega completa de otro ser humano hacia ellas”.

                        Para terminar, copio otros textos del libro, también significativos:

            “El ser humano está hecho para querer y para que le quieran. En lo más profundo subyace un anhelo de felicidad, y una nostalgia de eternidad. Estamos hechos para lo uno y para lo otro, para la felicidad y para la eternidad, y sólo cuando descubrimos ambas realidades y ajustamos a ellas nuestra conducta, vivimos contentos y felices.

            La sexualidad humana puede ser una maravillosa fuente de gozo, donde en «un mismo acto libre somos capaces de comunicar amor, dar placer y dar vida»[1]. Pero en los últimos tiempos se ha convertido también en una fuente de sufrimiento” (pág.12).

            “Además, (las chicas) no quieren eso; quieren que las quieran, no que las usen.

            Lo que el varón no sabe es que después de un tiempo se sentirá vacío por haber actuado de un modo que le parecía natural; y tendrá unos hábitos sexuales de promiscuidad y masturbación que complicarán la relación estable con una mujer y la construcción de una familia[2]” (pág. 27).

            “(…) Toda la sexualidad humana está pensada para llegar a este punto. Yo, con mi cuerpo, te estoy diciendo que te doy mi vida entera. Y espero recibir la tuya. Es decir, la sexualidad humana tiene un sentido, y un significado: yo te digo con mi cuerpo que mi vida es tuya para siempre.

            Lo increíble de esto es que nuestros cuerpos han sido diseñados para hacer visible lo invisible. Lo visible es la relación sexual. Lo invisible es lo que eso quiere decir, o sea, dos personas que se entregan la vida para siempre.

            (…) Seamos honestos. Aspiremos a lo más grande. A aquello para lo que estamos hechos” (págs. 109-110).

Hilario Mendo. Capellán Derecho ucm

Micaela Menárguez. Sólo quiero que me quieran. Tesoros y trampas del sexo y el amor”. Ed. Rialp. Madrid 2021. 113 págs.