Matar es facil
En el transcurso de un viaje en tren, Luke Fitzwilliam se sienta junto a la anciana señorita Pinkerton, quien le explica que en el pueblo de Wychwood están teniendo lugar una serie de asesinatos, aparentemente perfectos, y le confía sus sospechas acerca de que la próxima víctima será el doctor Humbelby.
Fitzwilliam no toma en consideración los temores de la anciana hasta que, al día siguiente, lee en el periódico que el doctor Humbelby ha desaparecido y la señorita Pinkerton ha sido arrollada por un coche cerca de una comisaría.
¿Simple coincidencia? Para averiguarlo, el señor Fitzwilliam decide trasladarse al enigmático pueblo para, una vez allí, descubrir que no solo está repleto de secretos, sino que, escondido entre todos ellos, esperando el momento ideal para volver a actuar, se encuentra el asesino.
Tres ratones ciegos
Esta serie de relatos breves de Agatha Christie posee los rasgos más significativos del característico estilo que ha dado fama internacional a la «Reina del Crimen». El conjunto de cuentos que el lector encontrará reúne tramas intrigantes, finales imprevisibles y la capacidad para fascinar de quien ha escrito algunos de los crímenes más inolvidables de la historia de la literatura. Tres ratones ciegos es, sin duda, una compilación imprescindible para los incondicionales del crimen, del misterio y de los inigualables Miss Marple y Hércules Poirot.
La muerte visita al dentista
Hércules Poirot en una de sus actuaciones más brillantes.
Hércules Poirot nunca habría pensado tener que visitar al dentista dos veces en un día. El motivo de la segunda visita fue, no obstante, bien distinto al de la primera. El famoso detective acude esta vez para examinar el escenario de un aparente suicido, el del dentista, cuyo cuerpo ha sido hallado en la consulta.
¿Por qué decidiría un dentista de éxito acabar con su vida en plena jornada? ¿Cuál es la relación de uno de los pacientes del doctor con su muerte? Le corresponde a Poirot llegar al fondo de la cuestión.
«Una trama ágil de suspense ininterrumpido que concluye con un final absolutamente sorprendente.» New York Times (1941)