El tiovivo búlgaro

Marijuli y yo estábamos en primero de secundario. Cabezudo también, aunque fuera un año mayor que nosotros. Lo malo es que Cabezudo faltaba mucho a clase -tenía que ayudar a su padre en el parque de atracciones que regentaban a las afueras de la ciudad- y la directora del instituto se empeñó en abrirle expediente de expulsión. Ahí empezó todo el asunto. Porque aquel parque no era un parque como todos.

Ediciones

Edición Editorial Páginas ISBN Observaciones
2003 SM: El Navegante
105
978-84-348-9580
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