En PERELANDRA, Ransom vive en la Tierra, años después, durante la II Guerra Mundial. Tiene un círculo de amistades que creen en su historia, entre ellos el propio Lewis, que se introduce a sí mismo en la historia como narrador y personaje a la vez, igual que Burroughs y Unamuno.
Ransom sigue en comunicación con el oyarsa de Malacandra, que le encarga una nueva misión. El oyarsa malvado de Thulcandra ha enviado a Perelandra (Venus). Debe impedir que haga lo que sea que le lleva al planeta.
El método de viaje es en esta ocasión un ataúd de cristal que impulsa la energía mental del oyarsa. Cuando Ransom llega a Perelandra, se encuentra con un inmenso mar de terribles tempestades, cubierto de islas de vegetación flotantes que tienen su propia flora y fauna. En una de ellas encuentra a una mujer, la Dama, con la que se comunica en el Idioma del Árbol. Por ella sabe de la existencia de el Rey, su pareja masculina, a la que no ve desde hace tiempo.
Pronto llega Weston en su nave, y Ransom sabe cual es su misión. Igual que Malacandra es un mundo antiguo al final de su existencia, Perelandra está en los inicios de la creación. Ransom (rescate o liberación, en inglés) debe impedir que el oyarsa de Thulcandra (al que Lewis ya no siente ningún rubor en identificar con el Maligno) tiente a la Dama y provoque también la caída de Perelandra. Toda la novela es sostenida por tres únicos personajes:
Weston, un cuerpo muerto sostenido únicamente por la energía del Maligno, que se dedica a torturar cuantos animales coge y a pervertir la inocente personalidad de la Dama con los métodos más sutiles. La Dama, que parece en un principio ceder a las presiones. Ransom, que se ve impotente y no sabe de que forma lo impedirá.
Al final, Maleldil (a quien Lewis identifica cada vez más con el Dios cristiano) le muestra en sueños su misión. Tras rezar sus oraciones a la mañana siguiente, se dirige hacia Weston poseído por la furia y se inicia una violenta pelea a puñetazos de proporciones bíblicas.
Evidentemente, Ransom impedirá la Caída de Perelandra, cuyo pueblo será el elegido para multiplicarse y poblar el universo. La Dama y el Rey nunca serán expulsados del Paraíso Terrenal. El Pecado Original nunca existirá en Perelandra (Venus, el planeta del amor)
No es necesario añadir ya que la obra está atravesada de parte a parte, empapada, de un sentido cristiano en el que se rastrean las escuelas gnósticas y neoplatónicas con facilidad. Y sin embargo, pese a lo que pueda sugerir mi comentario, no es en absoluto una obra ñoña o beata. Los larguísimos diálogos entre Ransom y Weston, en la oscuridad impenetrable de la noche de Venus, son estremecedores. La escena en que el Maligno narra a Ransom el espanto infinito de vivir fuera de la presencia de Maleldil, en la más profunda nada de la no-existencia, pone el vello de punta.