Cuando dejé mi último empleo, hace ya bastantes años, y me trasladaron a un cementerio de automóviles, pensé que me había llegado el final y que no tardaría mucho en pasar a ser un montón de chatarra, pero no fue así y aquí estoy, ocupando un espacio, junto con otros vehículos de variada antigüedad y procedencia, en este museo salmantino.