Agnes –la protagonista y narradora que ejerce de institutriz- no cierra en ningún momento los ojos a la realidad y retrata en toda su crudeza la mezquindad, el afán de humillar y la ridícula vanidad que adornaban a las clases altas de entonces, incapaces de ver más allá de la alcurnia y del dinero. Toda la tontería del mundo queda reflejada en esas niñas bien –tan guapas como insoportables- a las que Agnes se propone educar sin conseguirlo, mientras traga desplantes y humillaciones con infinita paciencia.