Expo 58

Bruselas, primavera de 1958. Bajo el plateado resplandor de las icónicas bolas del Atomium se inaugura la Exposición Universal. Un acontecimiento adornado con bonitos mensajes de concordia en plena Guerra Fría que pretende ser un escaparate de la floreciente sociedad de consumo: la energía nuclear se presenta como una inocua fuente de abastecimiento ilimitado, y las aspiradoras y demás artilugios domésticos americanos dejan boquiabierto al público europeo. El rancio comité británico sobrelleva como puede las inevitables concesiones a la modernidad. Para controlar el buen funcionamiento de su pabellón, envían a un joven funcionario, Thomas Foley, casado y con una hija pequeña. En la Expo, este descubrirá un mundo cosmopolita muy alejado de su gris vida londinense: coqueteará con Anneke, una encantadora azafata, y conocerá a un periodista ruso, a dos flemáticos espías británicos y a una ingenua actriz americana; pero acabará  descubirendo que nada es lo que parece y nadie es quien dice ser.

Ediciones

Edición Editorial Páginas ISBN Observaciones
2015 Anagrama
312
978-84-339-7911

Col. Panorama de narrativas

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Comentarios

Imagen de polvorista

Después de leer esta valoración y las de otras personas y fuentes, me atrevo a aportar un matiz mínimamente "contestatario". Comparto plenamente lo que se dice en cuanto a fotografía de la época y del evento internacional con el clima social y político que supuso. También -es claro- el tono irónico que desarrolla el autor, pero pienso, que a pesar de que muchas de las cosas que cuenta no dudo que hayan ocurrido así, hay un tono triste y de inevitable destino pesimista, más que nostalgico. Se quiere justificar, acudiendo a los sentimientos, que la vida tendría que ir sólo de la mano de lo que se siente. Hay una frase,  desgarradora en mi opinión, casi al final del libro cuando el protagonista hace balance de su matrimonio. que de alguna manera resume su modo de pensar. Yo no le daría más de dos estrellas. Además, aunque lo cuida,  se pueden se más delicado a la hora de exponer una relación conyugal.

Imagen de amd

Interesante relato ambientado en la Exposición Universal de Bruselas de 1958, que tuvo lugar  en plena Guerra Fría y se presentaba ante el mundo como una forma de unión entre los pueblos, especialmente entre los Estados Unidos y la Unión Soviética en un momento álgido de su enfrentamiento político. Inaugurada por el rey Balduino de Bélgica el 17 de abril de 1958, constituyó un espectáculo único que se retransmitió por televisión a todo el mundo. En el Gran Auditorium, el rey pronunció un discurso sobre la humanidad que se encontraba en un cruce de caminos y que debía elegir el que conducía a la paz: un discurso hermoso, sensato y memorable que llegó a todos los países. Con este fin, a lo largo de seis meses, se celebraron conciertos, galas cinematográficas, representaciones de ballet y congresos mundiales sobre diferentes temáticas.
La idea de escribir esta novela le surge a Jonathan Coe durante una entrevista literaria que le realizaron frente al Atomium, el símbolo por excelencia de la Expo 58. El autor quedó fascinado por esta formidable construcción y decidió escribir una historia sobre este acontecimiento en la que consigue aunar aspectos históricos, políticos, diplomáticos y sociales de la década de los 50. Para ello, ha podido consultar documentos relevantes de la época que aportan realismo y verosimilitud al relato: algunos ejemplares todavía existentes de la revista rusa “Sputnik”, especialmente editada en varios idiomas para la Expo (sobre tecnología de los satélites y otros inventos), así como material audiovisual de archivo y el calendario de la feria día a día.
Desde el punto de vista literario, el relato destaca por su estilo narrativo sobrio y sencillo, impregnado por el humor y la ironía, un homenaje al propio humor de los belgas que situaron durante la exposición el pabellón soviético al lado del americano. En la trama, se mezclan la comedia y la novela de espías, aludiendo a una época en la que estaban de moda las novelas de Ian Fleming sobre los agentes secretos y los espías dobles. Porque, en definitiva, la Expo representaba un mundo artificial, una realidad engañosa, brillante y atractiva, que rompe la vida anodina y rutinaria de los personajes pero solo durante un breve período de tiempo: una reflexión interesante sobre las falsas apariencias frente a la responsabilidad y el sentido del deber.