Distintas formas de mirar el agua

«La gente no sabe muchas veces lo que debajo del agua se oculta

ni la historia que se borró para siempre con la demolición del último

de los pueblos que aquí existieron. De ahí que algunos exclamen

mientras lo contemplan: "¡Qué bonito!"... Y qué triste, añado yo.»

En medio de un paisaje hermoso y desolador, la muerte del abuelo reúne a todos los miembros de una familia. Junto al pantano que anegó su hogar hace casi medio siglo y donde reposarán para siempre las cenizas de Domingo, cada uno reflexiona en silencio sobre su relación con él y con los demás, y sobre cómo el destierro marcó la existencia de todos ellos.

Desde la abuela a la nieta más pequeña, desde el recuerdo de la aldea que los mayores se vieron obligados a abandonar a las historias y pensamientos de los más jóvenes, esta novela es el relato coral de unas vidas sin vuelta atrás, un caleidoscopio narrativo y teatral al que la superficie del pantano sirve de espejo.

No existe una única forma de mirar el agua, pero el sentimiento de desarraigo, de exilio definitivo, ha permeado gota a gota a esta familia, generación tras generación. Tal vez porque ningún lugar duele tanto como aquel al que jamás podrás volver si no es desde el recuerdo o una vez muerto. Pero lo importante es regresar, como Ulises a Ítaca. No importa cómo ni de qué forma.

Ediciones

Edición Editorial Páginas ISBN Observaciones
2015 Alfaguara
190
9788420419176
2016 Debolsillo
200
978-84-663-3001

Colección: Best Seller

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Imagen de acabrero

Aunque el libro hable de la muerte, de la familia, de la tristeza ante el abandono del terruño, es indudable que el tema origen es la discusión por la políticas sobre el agua, la diversa forma de ver la construcción de los pantanos. Es un tema importante y, que duda cabe, está directamente relacionado con el mandato originario: "llenad la tierra y sometedla". Es responsabilidad del hombre conseguir que el agua llegue a todos. Leer artículo>>

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Una misma escena y tantas percepciones diferentes como personajes aparecen en ella. Cada uno presenta sus pensamientos ante la muerte del abuelo; todos acuden a echar sus cenizas al pantano para que, por fin, descanse en paz.

Es increíble como en un librito tan breve el autor hace que nos situemos perfectamente en la escena y que, prácticamente, nos sintamos uno más sintiéndonos todos. Trasmite la quietud, la belleza y la penumbra de paisaje, trasladándonos en el espacio. Sin embargo, esta es la sensación que me ha trasmitido el libro: unas almas tristes que, más que en el muerto piensan en lo que les supone a ellos mismos la perdida (Lewis describe a la perfección este fenómeno en "Una pena en observación" , luchando contra él mismo ante la muerte de su esposa). 

Entiendo y comprendo los pensamientos de los distintos personajes (que el autor presenta con gran maestría) pero no me identifico con ninguno. He echado en falta algo de desprendimiento terrenal. Nuestro descanso eterno no depende de dónde o cómo se encuentren nuestros restos... Y el abuelo se dio cuenta de esto cuando falleció; ¿Cómo contemplará él la escena ya desde la vida eterna? ¿Qué pensará él de cada uno de los personajes? Personalmente, espero que mi funeral no tenga nada que ver con este... La muerte debería llevarnos a trascender, no a aferrarnos a la tierra, o al agua...

 

Imagen de cattus

He leído este libro en la edición que acaba de salir en Debolsillo (2016), muy asequible. He disfrutado con su lectura, unos personajes entrañables, a los que se coge afecto. Me ha parecido un canto a la fidelidad conyugal, al esfuerzo, a la honradez, al valor del pasado... El tono es ciertamente algo melancólico por el tema, pero el autor no cae en demagogias superficiales, porque el relato tiene la fuerza de lo vivido, de lo amado, y con una prosa excelente. Leer artículo...

Imagen de Azafrán

“Hay distintas formas de mirar el agua, depende de cada uno y de lo que busque. Siempre me lo dijo él.” Pág. 176

El personaje que hace esta reflexión es el menor de los cuatro hijos de Virginia y Domingo. Su pensamiento da origen al título de esta obra narrativa.

Se trata de una serie de soliloquios, de reflexiones personales, de cada uno de los componentes de la familia.

Es un relato construido desde el pensamiento de todos ellos. La visión en conjunto de una familia de la montaña de León que sufre el desarraigo, el extrañamiento y la nostalgia del pasado.

Su autor, Julio Llamazares, fue un activista defensor de los valles leoneses que se vieron anegados por la política de construcción de pantanos de la época de Franco. De aquellos años, los 60 y los 70, la hemeroteca da buena cuenta. Julio Llamazares lideraba las protestas.

Con esta novela, el escritor se reconcilia con el resultado de crecimiento y de riqueza que aquellas construcciones han generado; aunque sigue levantando su voz literaria en contra del desarraigo que produjo en los habitantes de los pueblos desaparecidos, como los de Ferreras y Vegamián, bajo las aguas y los lodos.

De hecho uno de los hijos del fallecido, José Antonio, el padre de Daniel, trabaja con ingenieros: “A un ingeniero lo único que le interesa es, aparte de su sueldo al final del mes, dejar su marca en la naturaleza. ¿Puede haber mayor satisfacción que la del que siente que puede cambiar el mundo a su antojo y lo hace?” Pág. 77

Uno de los nietos de Domingo, hijo de José Antonio y hermano de Dani, Alex, reflexiona: “Mi padre tiene algo de hombre triste, de hombre fuera de lugar, de persona con la cabeza en un sitio y el cuerpo en otro, como he visto también en amigos suyos. Me refiero a esos amigos que, como él, llegaron a Barcelona desde otras partes de España y que, pese a llevar allí media vida, continúan contemplando la ciudad como forasteros (…) ¿Qué sentimiento tan doloroso! Ser extranjero en todos los sitios, sentirse así cada día…” Págs 100 y 101 Alex se identifica con la postura de Julio Llamazares defensor de los valles leoneses, opositor a la construcción de pantanos.

Sin embargo, el otro hijo de José Antonio, Daniel, representa la postura contraria: “Recuerdo su reacción (la del abuelo fallecido, Domingo) cuando papá le dijo que yo iba a estudiar para ingeniero. De Caminos, como los que destruyeron Ferreras, le precisó (…) Mi abuelo no dijo nada.” Pág. 96

“Más de una vez he discutido con papá sobre la necesidad de esas grandes obras que, como esta que ahora contemplo, salpican la geografía de toda Europa. Y del mundo entero. Yo entiendo que para él sea algo muy difícil de asumir… Papá no es ningún idiota. Sabe que su país necesita obras de ingeniería que favorezcan la vida de sus habitantes…” pág. 97

Domingo, el abuelo, ha fallecido. Toda la familia se desplaza al pantano para acompañar sus cenizas. Domingo manifestó su deseo de volver a Vegamián, ahora bajo las aguas del pantano.

La muerte de un ser querido es un momento para su recuerdo. Cada uno acude a las vivencias compartidas y reflexiona sobre la importancia que esa persona, que ya no está con nosotros, en nuestras vidas.

Las primeras reflexiones son las de Virginia su viuda. Posteriormente van desgranando la historia familiar los cuatro hijos, sus cónyuges y sus nietos. El último en manifestar su pensamiento es Agustín, el menor de los hijos de Virginia y Domingo, el más débil, “algo retrasado”.

A través de la historia de esta familia, el lector puede comprender las vivencias de las familias castellano-leonesas que, en su gran mayoría, han dejado las zonas rurales y se han instalado en ciudades medianas, como Valladolid o Santander, o bien grandes como Barcelona.

Los nietos, las nuevas generaciones, dan otro salto geográfico: o se han ido a vivir al extranjero –a Nueva York- o han encontrado una pareja de otra nacionalidad.

Y por supuesto aparece el cambio que la ley de divorcio introdujo en España. La tercera de los hijos del difunto, Virginia, se había casado con un profesor y escritor que posteriormente se alejó de la familia y que con motivo del traslado de las cenizas de Domingo al pantano de Vegamián, también acude. Es él, Emilio, quien admira la vida de sus suegros.

“Me gustaría ser como ellos, como esos hombres y mujeres para lo que la felicidad se basa en la fidelidad a otros y en conformarse con muy pocas cosas. ¿No será  que el secreto de la felicidad es conformarse con lo que tienes, con lo que a base de esfuerzo vas consiguiendo por ti mismo, con el amor de unas pocas personas que la vida puso a tu lado, con la tranquilidad que dan la fidelidad y la compañía de una mujer a la que conociste un día y que, si entonces te pareció la mejor del mundo, quizá fue porque lo era? (…) Menos mal que mis hijos existen de verdad y que, como esta mañana aquí, están a mi lado siempre que los necesito.” Págs. 146 y 147

La nota poética la pone María Rosaria, la novia italiana de Daniel, ante el impresionante pantano: “…lo siniestro y lo bello se necesitan para existir, pero lo siniestro debe permanecer oculto.” Pág. 108