Se llamaba Carolina

Evocación de la representación de Hamlet en un pueblo castellano, poco después del final de la guerra civil, y de Carolina, maestra, que representó el papel de Ofelia. Esto da pie para que se cuenten historias muy variadas, con la prosa tan rica y característica del autor.

Esta novela es la evocación de la representación del «Hamlet» shakespeariano por artistas ambulantes y gentes de un pueblo de la meseta en la inmediata postguerra; y la evocación, por parte del narrador, de la figura de una de sus maestras, Carolina Donat, «una señorita maestra que iba a ser actriz y ha hecho de Ofelia en el teatro, y tiene además un Arlequín». Tiempos, vidas y teatro --un teatro que ya muchos piensan condenado por el cine-- se entrecruzan de forma magistral a lo largo de sus páginas. 

Ediciones

Edición Editorial Páginas ISBN Observaciones
2016 Encuentro
235
978-84-9055-140

Cuidada edición con prólogo de la profesora María del Carmen Bobes Naves, de la Universidad de Oviedo.

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Imagen de acabrero

Encantadora novela en un ambiente como solo Jiménez Lozano puede crear, de un pueblo -que fue ciudad y luego pueblo pequeño y ahora…- en Castilla, en los años después de la guerra civil. En torno a la costumbre de compañías de teatro de cierta envergadura que iban por los pueblos a representar obras conocidas. Dos personajes, el relator y Carolina, unas cuantas intrigas muy típicas de los disparates ocurridos durante la guerra, y, sobre todo el cariño y la admiración entre el alumno y la profesora. Como nos tiene acostumbrados Jiménez Lozano (q.e.p.d.) hay detalles de reírte sí o sí. Y solo por la calidad literaria del autor, merece la pena regodearse en la lectura.  

Imagen de JOL

En esta novela el autor maneja tres planos: la obra Hamlet de Shakespeare; la vida en el pueblo donde se va a representar; y la guerra civil influyendo todavía. Los personajes están situados en esos tres planos. Viene a ser como un larga carta escrita a Carolina -la joven profesora que representará a Ofelia- pero años después por un joven enamorado entonces y todavía de la profesora suplente. No se identifica el lugar como en el Quijote; y lo sigue también por enlazar unas historias dentro de otras historias. Hay personajes inefables como la Arlequina, dona Carlota o la misma Carolina.

Jiménez Lozano utiliza la prosa en él habitual como en los diálogos de la calle, en la peluquería, o en la taberna. Emplea un lenguaje estirado con oraciones subordinadas y periodos a veces excesivamente largos, como para imitar los coloquios populares. Gusta de emplear palabas cultas y poco usadas o clásicas de la gente común de su amada Castilla.

Asistimos a un drama en el pueblo donde se va a representar la tragedia de Hamlet, pero la sangre no llega al río; con su ironía el autor facilita la comunicación con el lector y destaca en el fondo el sentido común, tan ausente hoy día. Con razón ha recibido el Premio Troa en el año 2017.

Imagen de Pipa

La postguerra de la Guerra Civil Española; los medios de Comunicación y expresión de entonces (cine, teatro, guiñol, la radio…), y la vida sencilla de un pueblo rural: estos son los tres temas que se entrelazan en esta novela.

Solo sabemos del pueblo que estaba “en la Castilla de la meseta” y que era muy frío. Allí llega, de vez en cuando, “cómicos de la legua” con sus carromatos o camiones. El espectáculo llenaba de vida a sus vecinos. Un día, una compañía anuncia que va a poner en escena “Hamlet, Príncipe de Dinamarca”. Y la vida de pueblo se altera con los preparativos.

Un narrador jovencito, disimulado en un colectivo “nosotros, los chicos más pequeños”, detalla todo lo que pasa, incluso que su maestra, de la que está veladamente enamorado,  va a hacer de Ofelia en la obra teatral.

Con un lenguaje sencillo y bajo el prisma de sus ojos, describe la vida del pueblo y lo que ocurre, a modo de crónica, desde que los cómicos anuncian su llegada hasta la puesta en escena y un colofón final. Es una historia que él escribe para recordar el tiempo en que conoció a Carolina, su maestra, porque un día quiere enviársela a ella.

A propósito escribe con indeterminación y desvía o encubre nombres y lugares, y hasta “disimulo la ciudad o pueblo donde sucedió” (232).

Sin profundizar demasiado en el drama shaesperiano, se trata de un drama dentro de una novela. Y en este aspecto es sugerente, porque salen muchos temas variados dentro de la vida cotidiana de los del pueblo. Surgen los pros y contras, las ventajas y los inconvenientes, por ejemplo, del cine con respecto al teatro o al guiñol y de otros temas. Discuten sobre sus valores en el mundo de la verdad y la palabra frente al valor de otros signos. Todo esto se discute, además, en una época dolorida, de postguerra. Y surgen identidades y contrastes. Hay un uso peculiar del tiempo y del espacio por parte del narrador. El autor fuerza esas relaciones: de la vida en el teatro, y del teatro en la vida.

Respecto a la Guerra Civil se ve la impronta que deja en las personas que la han vivido: la desconfianza o el valor por dar la cara por alguien, injustamente acusado, por una tontería, los dramas particulares que tuvieron lugar  de perder el novio y casarse con el hermano, y de otros sucesos más dramáticos. En esa situación creo que sale lo mejor y lo peor de cada cual. Y el hecho de la supervivencia pasa a primera fila. Y también del valor.

La obra presenta una introducción, en la que Dª Carmen Bobes Navas, profesora de la Universidad de Oviedo, analiza pormenizadamente todos los aspectos técnicos de la obra. Y, como bien titula, es “un prefacio para leer entre la primera y segunda lectura de…”  esta obra. A alguno le puede molestar esta introducción porque te da pautas de entendimiento. Pero, bien mirado, creo que ayuda a su valoración.

Su lectura (la de la obra en sí) puede resultar más o menos amena en algunos momentos. Este tipo de literatura de lengua sencilla, que no ramplona, de frases muy largas, y de mucho dar vueltas a las ideas que le surgen, puede resultar algo cansino, si no coge al lector con el ánimo preciso.

Se nota que el autor es de Valladolid, y utiliza el laísmo en varias páginas,

El peculiar sentido del humor de Dª Canela (44), y la inocencia del que narra, da un punto de frescura al argumento de un chaval de la España rural en el marco después de la Guerra Civil que analiza los avances técnicos (el cine) y el despertar a la vida, el gusto por el drama más que por el sainete.

Creo que es una obra sugerente, pero no la mejor del autor.

Imagen de polvorista

La historia que cuenta Jiménez Lozano es sencilla y realista, en un momento histórico de España, después de la guerra civil, narrada de un modo particular. Un niño va recordando, poniendo en su boca y en las bocas de diversos personajes, lo que ocurrió en un pueblo indeterminado de España, la semana que comenzaba la Cuaresma, en la que un grupo de cómicos llegan para representar Hamlet y necesitan la colaboración de algunos de los habitantes, entre los que está Carolina, joven soltera que vive con su madre y que estudió para maestra. Se entrelazan varios escenarios diferentes: la guerra civil vivida, la representación de la obra y los dimes y diretes de los habitantes del pueblo. Vale la pena. 

Imagen de cattus

Interesante novela en torno a la vida de un pueblo en los primeros años de la posguerra, con motivo de la representación de "Hamlet", un Miércoles de Ceniza. A travésdel narrador, un niño que se enamora de Carolina, la maestra que hará el papel de Ofelia, se entrelazan las historias de los habitntes del pueblo y las del grupo teatral, con dialógos y consideraciones llenas de sentido común y de sabiduría. Con su estilo tan característico y cuidado, Jiménez Lozano nos deja una historia llena de humanidad y de ironía y, en cierto modo, con un final abierto.