Huye sin mirar atrás

El coche fue alcanzando más velocidad y empezó una aventura que jamás pensé que viviría a mis quince años. Cuando vas a cien kilómetros por hora dentro de un coche, sientes que lo que se mueve es el mundo de ahí fuera y no tú. Pero, cuando vas a ciento veinte y no llevas cristales porque alguien ha reventado de un disparo las dos lunetas, te sientes como si te hubieras lanzado en paracaídas desde la estratosfera sin botellas de oxígeno. No es vértigo, ni mareo, ni pánico, ni dolor, es todo eso a la vez multiplicado por mil. "Acuérdate, cuando se huye, no hay que mirar atrás", me había dicho Héctor.

Ediciones

Edición Editorial Páginas ISBN Observaciones
2016 Edebé
224
978-84-683-1771

Premio Edebé de Literatura Juvenil

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Novela juvenil de acción, con ciertos toques del género policíaco.  El protagonista es Enrique, un joven de quince años, que perdió a su padre, policía en acto de servicio, cuando realizaba una vigilancia en una operación contra el narcotráfico. La muerte de su padre, acaecida cuando Enrique tenía solamente diez años, supuso un fuerte trauma para el niño del que no ha logrado sobreponerse con el paso de los años. Así, a pesar de su edad, ha repetido curso dos años y todavía se encuentra en 2º de la ESO; sus relaciones sociales y familiares pasan por un mal momento, porque todo el mundo lo considera un “chico problemático”. Ni el cariño de su madre, ni las terapias con psicólogos, ni la ayuda de su mejor amigo, han conseguido que supere el trauma infantil: solamente la práctica del yudo consigue liberar sus tensiones y su rabia, ante una vida sin sentido y sin futuro.

Narrado en primera persona por el propio protagonista, el discurso se desarrolla en forma de epístola, en la que Enrique se dirige a su padre fallecido para contarle sus escasos recuerdos de la niñez y sus graves problemas del presente. De esta forma, la novela se encuadra en la corriente actual de la Psicoliteratura que pretende ayudar a los jóvenes a comprender y superar todo tipo de dificultades: familiares (niños adoptados, celos entre hermanos); sociales (drogas, alcohol); físicas (deficiencias físicas y psíquicas, enfermedades); y anímicas (miedos, complejos, angustias, bloqueos, como en este caso, el provocado por la pérdida de un ser querido). En conjunto, se trata de obras que reflejan la crisis de la adolescencia y los problemas más personales de los lectores: así, por un lado, dan un modelo de comportamiento que puede ser interiorizado y producir un crecimiento personal; y por otro lado, sirven de proyección al lector intentando aliviar tensiones, como desahogo o válvula de escape de su propia realidad.

La novela, ganadora del Premio Edebé de Literatura Juvenil en 2016 de forma muy merecida, cuenta con los elementos necesarios para agradar a todo tipo de público, jóvenes y adultos. Tanto por su estilo ágil y entretenido, lleno de diálogos y con ciertas dosis de misterio, como por los temas tratados, plantea un conflicto lleno de acción que puede servir como modelo para superar problemas con un mensaje muy  positivo.