La señora Harris en Nueva York

Paul Gallico introduce en esta nueva aventura de la señora Harris y su inseparable amiga, la señora Butterfield, el caso del pequeño Henry, a quien su madre dejó a cargo de una familia a cambio de una libra semanal por su manutención y con los años desapareció. Desde entonces, y sin paga, para la familia el niño es una despreciable carga y lo maltratan sin cesar. Habiendo averiguado que su padre fue un soldado de Alabama llamado George Brown, las dos amigas «secuestran» al pequeño, lo cuelan como polizón en un transatlántico y se lo llevan a Nueva York. Están convencidas de que encontrarán al «señor Brown» y de que este se alegrará de la buena nueva. La señora Harris en Nueva York (1960) sigue la línea de cuento de hadas de Flores para la señora Harris (1958), con sus observaciones realistas sobre el sistema de clases y la doble cara de todo sueño, pero cuenta con la novedad de un punto de partida no tan ligero como el deseo de comprarse un vestido de Dior. En todo caso, su humor y su confianza en la amistad y la simpatía son los mismos y dan pie a otra sátira amable y distinguida, que esta vez se ambienta entre diplomáticos, millonarios de Park Avenue, estrellas de cine y cantantes de hillbilly.

Ediciones

Edición Editorial Páginas ISBN Observaciones
2018 Rara avis
230
9788490654309
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Imagen de Azafrán

En 1958, Paul Gallico publicó Flores para la señora Harris y dos años después aparece La señora Harris en Nuev York. Los personajes principales siguen siendo los mismos. La deliciosa sencillez de la señora Harris vuelve a conmover al lector y el humor de Gallico sigue sorprendiéndonos a la vuelta de cada página.

Las críticas a la recepción de la primera aventura de la señora Harris, seguramente fueron aprovechadas por el autor para la creación de esta segunda aventura.

Lo único que pudo haber sido señalado como menos positivo a la primera señora Harris (su firme decisión y su imparable resolución en conseguir un vestido de la casa Dior, en París), como algo frívolo en el mundo de la globalización de la información de nuestros días, en los que vemos más cercana la miseria de los habitantes del tercer mundo, en esta segunda aventura queda superado con el objetivo que se impone la protagonista de solucionar la terrible situación en la que vive el pequeño Henry abandonado por sus padres a su suerte.

Y si conseguir el vestido de la casa Dior en París, para esta londinense del East End perteneciente al sector de la sociedad menos afortunado fue una tarea superada, ahora asistimos a la aparentemente imposible tarea de encontrar al padre de Henry, diluido en la ingente población de los Estados Unidos.

Como en la anterior aventura de la señora Harris en París, no faltan gentes de buena voluntad que ayudan de forma espontáneamente generosa a la solución de tan noble pero un tanto utópico propósito.

Una amiga afectuosa y un poco pusilánime, la señora Buttertfield, acompaña a la protagonista a Nueva York. Ambas, señoras de la limpieza, terminan siento aceptadas y queridas por los personajes (un conde francés y el matrimonio Schereiber) representantes de las capas más altas de la sociedad.

Si en los años sesenta, las relaciones entre distintas capas de la sociedad, entre los afortunados y los desafortunados, eran ciertamente impensables, Gallico se adelantó a su tiempo y nos presenta en sus dos novelas una sociedad permeable en la que ósmosis es posible gracias al afecto y al aprecio de valores como la autenticidad y la generosidad.