Se conmemora este año el primer centenario del nacimiento de Roald Dahl (Cardiff, 13 de septiembre de 1916 – Oxford, 23 de noviembre de 1990). Este autor británico, de padres noruegos, está considerado como uno de los escritores más innovadores del siglo XX, especialmente en sus obras dedicadas a los niños. Como afirman los críticos, se trata de un autor brillante e imaginativo; aunque también puede resultar impertinente, subversivo y corrosivo en muchas ocasiones.

A finales de 1988, Cristina Ferrer, colaboradora de la revista Cuadernos de Literatura Infantil y Juvenil *,  tuvo la oportunidad de hacerle una de las pocas entrevistas que concedió el autor a lo largo de su vida. En esos momentos, ya mayor y bastante enfermo, Roald Dahl ofrece en sus respuestas las claves para comprender mejor su obra: a los niños no les gustan los adultos que pretenden “civilizarlos” de forma autoritaria,  y por esta razón los mayores aparecen ridiculizados con frecuencia en sus relatos. Sin embargo, frente a estos personajes ridículos, extravagantes, los protagonistas infantiles son astutos, inteligentes y valientes, e incluso a veces pueden tener poderes fantásticos. De hecho, el personaje principal de Las brujas es más inteligente después de transformarse en ratón que cuando era simplemente un niño.

Probablemente, en esta visión simplificada del mundo, Dahl proyecta sus propias vivencias y las experiencias de su infancia. Su padre había fallecido de neumonía cuando él contaba apenas cuatro años, y su madre tuvo que encargarse sola de sacar adelante a toda la familia. A partir de los siete años, fue internado en diversos colegios e instituciones, donde sufrió el rígido sistema educativo británico. Así se vio cumplido el deseo de su padre, quien había pedido a su esposa que sus hijos recibieran una esmerada educación inglesa. Curiosamente en Las brujas, también el protagonista pierde a sus padres en un accidente y su abuela (que vive en Noruega) se hace cargo de él; sin embargo, en el testamento, los padres expresan su voluntad  de que el niño debe ser educado en Inglaterra y no en Noruega, de la misma forma que ocurrió en la vida real.

Su incursión en la literatura infantil comienza con  los cuentos que narraba a sus hijos. En 1953 se había casado con la famosa actriz estadounidense Patricia Neal, y de este matrimonio nacieron cinco hijos. La mayoría de estos relatos está escrita desde la perspectiva infantil, y en mucha ocasiones el protagonista niño narra la historia en primera persona: este punto de vista le facilitará la estructura narrativa, el uso de un vocabulario apropiado y determinadas licencias literarias, ya que no se trata de la exposición formal de un narrador serio, sino de la percepción de un niño.  De esta forma, resulta mucho más sencillo que los adultos aparezcan como villanos que odian a los niños, aunque siempre haya un personaje adulto que es bondadoso para contrarrestar la maldad de los anteriores. Este es el caso de la profesora en Matilda, de la abuela en Las brujas o del gigante bueno frente al resto de los gigantes malos en El gran gigante bonachón

Por último, al contar relatos a sus hijos, Dahl descubre que los niños son capaces de comprender narraciones mucho más complejas que las que se venían ofreciendo en la literatura para niños. Su opinión es que muchos relatos tradicionales son aburridos, muy poca cosa para la mente despierta y creativa de los pequeños. Por este motivo, sus obras van a estar llenas de elementos mágicos y de fantasía, a pesar de los despropósitos y de su  peculiar humor, a veces negro y esperpéntico: baste citar que es el creador de los Gremlins y de todo un mundo fabuloso en su obra infantil más famosa, Charlie y la fábrica de chocolate (1964), llevada al cine en varias ocasiones y siempre de forma espectacular.

 

Ana María Díaz Barranco

*Se puede leer la entrevista completa en CLIJ nº 2, febrero de 1989.

Comentarios

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Si es cierto que Road Dhal escribió gran número de relatos para niños, me sorprende que nunca se citen los libros Chico (Boy) y Volando solo, autobiográficos, que para mí son especiales.