Mi abuelo tenía un hotel

XVII Premio Anaya de Literatura Infantil 2020.
En un hotel suelen suceder cosas de todo tipo. Pero el hotel Eloísa, además, tiene un magnetismo especial para atraer a huéspedes muy singulares: hombres, mujeres, niños, niñas... irán alojándose en este sorprendente lugar. Desde un hombre disfrazado de salchicha a un distinguido caballero dispuesto a alquilar todas las habitaciones, una para cada noche.
El hotel del abuelo tiene una clientela tan peculiar que en él se dan las situaciones más estrambóticas.

Ediciones

Edición Editorial Páginas ISBN Observaciones
2020 Anaya
104
978-84-698-6584-2

Ilustraciones de Bea Enríquez

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Relato infantil sobre la diversidad y la vida a través de la clientela de un hotel. Tal y como indica el título, la historia está narrada en primera persona por el nieto de los protagonistas que va transcribiendo lo que el abuelo le cuenta de forma fragmentaria. El hotel se llamaba Eloísa como su abuela y por él fueron pasando todo tipo de clientes, una clientela de lo más variopinta.

El establecimiento era un lugar hogareño y acogedor, fruto de un proyecto personal y cuidado. La casa tenía tres plantas: en la planta baja, estaban la recepción, la sala de desayunos y la pequeña vivienda familiar; las plantas primera y segunda eran idénticas y en ellas estaban las habitaciones, cinco por planta. En el hotel, no había dos llaves iguales como no había dos habitaciones iguales, igual que los huéspedes diversos, igual que las personas: todos  ellos distintos. Su abuelo, cuando era joven, fue ascensorista de un gran hotel, pero su ilusión era tener una empresa propia, un hotel pequeño y recoleto. Y así, primero, conoció a Eloísa y encontró el amor y, poco después, juntos crearon su propio negocio.

Por el hotel, a lo largo de los años, pasaron muchos tipos de clientes: un tratante de ganado, un taxidermista, un restaurador de muebles antiguos, un oficial retirado… Hasta, en cierta ocasión, les visitó un duque elegante, educado y cortés, que alquiló las diez habitaciones (una para cada noche). También tenían hojas de reclamaciones para recoger las peticiones de los clientes y uno escribió de forma acertada: “echo en falta una pequeña biblioteca” (p. 58). Y, de esta forma, cuidando a todos, hablando con todos, a través de la vida ordinaria, vivían felices y vieron cumplidos sus sueños, aunque no siempre los recuerdos reflejan toda la realidad. Así, el hotel se convierte en una preciosa metáfora de la vida, de la diversidad, en la que cabe todo: las diferencias, alegrías y tristezas, la enfermedad y la vejez, la felicidad y los sueños. Con esta obra, Daniel Nesquens ha conseguido el Premio Anaya 2020 de Literatura Infantil.