El desierto de los tártaros

1940. Giovanni Drogo es un joven oficial al que destinan a una fortaleza en la frontera norte del país: un territorio semiexplorado y desértico, amenazado por una hipotética invasión de los tártaros. En el fortín todo está preparado para resistir el ataque: la minuciosa preparación militar, el horario y la misma vida de sus habitantes se reglamentan –de manera aparentemente vacía de sentido- conforme a esa amenaza, sentida siempre como próxima. La novela avanza sin que terminen de llegar nunca los tártaros, pero Drogo continúa esperando su "momento de gloria", fascinado ya por el paisaje del desierto y alejándose cada vez más de la civilización que dejó atrás. Como él, otros militares han optado por rechazar la comodidad de una vida burguesa ante la posibilidad de una gesta que les inmortalice y dé sentido a sus vidas. Drogo es ascendido y obtiene un permiso para visitar la ciudad: allí comprende que su destino está en el desierto, al sentirse ajeno a las vidas de quienes fueron sus iguales. LYA

Ediciones

Edición Editorial Páginas ISBN Observaciones
1999 Alianza Editorial
253
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3
Valoración Socios
3.6
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Comentarios

Imagen de Mon

Un amigo me animó a leerlo asegurándome que no llegaría a terminarlo. El lector padece en la lectura una frustración análoga a la del protagonista. La realidad y la ficción se unen a veces explícitamente: "Se vuelve una página, pasan meses y años (pág. 195)". Dentro de la amargura de la historia, este juego resulta irónicamente divertido.

Imagen de angela

La fascinación que desde su aparición en 1940 ha despertado EL DESIERTO DE LOS TÁRTAROS, la más célebre novela de DINO BUZZATI, proviene del paisaje formal de la fábula que narra, no de su significación oculta.

Imagen de Guille

Siempre poético, con una narración maravillosa, Buzzati señala nuestras luchas cotidianas: la oposición entre seguridad y libertad, la falaz satisfacción que se encuentra en la imposición del compromiso con el deber y los ideales, el peligro de sostener una vida por medio de situaciones irreales y hechos ilusorios, el autoengaño como mecanismo para llegar a un aparente autocontrol.