El castillo de mi madre

Continuación de La gloria de mi padre. 2ª parte de las memorias de su infancia. Genial por la sensibilidad, la frescura y la gracia de su ironía amable. Refleja una familia feliz y la nobleza de la amistad.

Ediciones

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2000 Rialp
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Imagen de Rubito

Maravillosa narrativa de la perspicacia de los niños cuyo mundo puede que hallamos olvidado pero se nos rememora ahora.
Es delicioso ver de qué forma tan sencilla y agradable se puede pasar un verano y hacer una excursión en familia y sin medios extraordinarios.
Dentro de la agradabla trama se presenta un mini-drama, el de una multa que les pone un guarda rural.
Esta escrita en forma de pequeños relatos sucesivos de un todo que facilita la lectura, ya de por sí sencilla y alegre como los niños.

Imagen de cdl

En El Castillo de mi madre Marcel Pagnol continúa la narración iniciada en el primer volumen de sus recuerdos de infancia, La gloria de mi padre. Si en éste el centro de la historia giraba en torno a las vacaciones, en el segundo, el relato es sobre el regreso a la escuela, a la vida en la ciudad y la añoranza por un tiempo perfecto y vital en el campo. El mundo de la aventura y del descubrimiento de la naturaleza resultan fuerzas poderosas que le abren al joven Pagnol un universo de experiencias paralelo al de su formación en la escuela. Lo extraordinario de Pagnol es su talento para recrear el mundo sentimental de una familia en la que todos los personajes se revelan en su más pura humanidad: los temores que asaltan a un padre haciendo algo prohibido, el terror íntimo de una madre frente a un castillo misterioso, la ansiedad del joven Pagnol por devorar los días en la escuela para regresar al campo. Sin duda, la escritura de Pagnol y su evocación de la infancia provoca la comparación con la magistral literatura de Proust.