700 aniversario de la muerte de Dante

 

Es interesante la revolución mundial que se ha producido tanto en editoriales como centros universitarios y culturales, por sumarse al 700 aniversario de la muerte del gran poeta italiano Dante Alighieri (1265-1321) autor, entre otras muchas cosas, de la publicación de la Divina Comedia (1304-1321), una de las composiciones poéticas más grandes de la historia de la literatura y, en cierto modo, de la historia de la salvación, pues su riqueza teológica va emparejada con la literaria.

Algunos historiadores de la teología han tenido la ocurrencia de mostrar cómo a través de esa obra clásica de la literatura, se llevó a cabo una evangelización de la cultura y de las almas nobles de un largo periodo de la historia, pues a la Divina comedia la siguieron obras tan importantes para la formación del pueblo cristiano como el Quijote de Cervantes o las comedias de Shakespeare.

Entre las muchas obras y comentarios suscitados en este aniversario, queremos detenernos en la obra de Carlo Ginzburg (1939), el historiador italiano, uno de los grandes escritores de nuestro tiempo quien también ha tomado la pluma para referirse a Dante y la Divina comedia, no tanto redactando una obra específica al respecto, sino recopilando cuatro trabajos publicados en lugares dispersos pero que se referían mas o menos directamente a la materia. Una contribución importante para para formar un homenaje al poeta e indirectamente a su inveterada obra de fama universal.

La importancia de Ginzburg, para los historiadores, se puede resumir, en su contribución a la microhistoria, como sucedió con “el queso y los gusanos” (1976), una obra que presentó la figura de un molinero centro europeo frente a la inquisición en el siglo XVI. Un trabajo que permitió a los historiadores valorar oportunamente un proceso en ese ambiente, para compararlo con la inquisición luterana, calvinista, española, inglesa y francesa. Sobre todo, con la española “denostada como única” cuando había en todas partes y trabajaban con más desafueros. De todas formas, recordemos que la española como las demás eran todas erróneas por entrar a juzgar la conciencia y establecerse, por tanto, sobre el principio de la desconfianza, mientras que la corrección fraterna preconizada por el Evangelio se basaba esencialmente en la discreción, confianza y en la caridad.

Los cuatro trabajos aportados son breves, claros e interesantes y abordan cuestiones tan concretas como: el modo de copiar de Boccaccio a Dante (40). El problema del anacronismo y lo capital de leer a Dante en su siglo, aunque la teología católica que transluce sea la misma desde hace XX siglos (61). La cuestión de la usura y el largo camino del trabajo de los mercaderes y sus esfuerzos por la familia, el bien común y la sociedad (74). Finalmente, la solución a los problemas de las nacientes escuelas teológicas: “Para Dante, que habla en nombre de Dios, los disensos humanos se reconcilian en la verdad divina. Pero para aquellos que están comprometidos con la aspiración a la verdad, el disenso nunca es borrado. De ahí que un dialogo fallido pueda transformarse en un elemento de búsqueda” (136).

José Carlos Martín de la Hoz

Carlo Ginzburg, En el taller de Dante. Cuatro ensayos, ediciones La Cebra y Editorial Palinodía, Santiago de Chile, 138 pp.