Quiero hablar de un libro que tiene ya unos años pero que sirve hoy y siempre. Escrito por Eloy Moreno se titula “Invisible”, título que realmente no se entiende bien hasta el final. Trata de un tema grave, el acoso escolar, que no tiene por qué darse con frecuencia, pero se da. El que haya un chaval en el instituto que por ser un “empollón” y, por lo tanto, la envidia para otros por las buenas notas que saca sea perseguido por el gamberro que no da ni golpe, es algo que puede suceder en cualquier centro escolar, pasa ahora y ha pasado siempre.

La historia que nos cuenta el autor en este libro, vista al final y dejando de lado las fantasías narrativas, sabemos que ocurre. La frecuencia dependerá de muchas cosas. El problema que tiene el protagonista pasivo, el que sufre el acoso, lo puede descubrir, como ocurre en esta novela, un profesor involucrado que no solo va a dar sus clases sino que conoce a sus alumnos.

El problema se da con frecuencia cuando hay un alumno más mayor, repetidor, que es un vago y quizá un consentido en su casa. Le molesta que haya otro compañero que obtiene siempre magníficos resultados. La envidia, el sentirse dueño y señor por eso de la edad, lleva al desprecio, al insulto y luego al acoso de manera reiterada, que hace mucho daño en el pobre alumno que está haciendo bien su tarea.

En esta historia hay acoso, hay maltrato, hay persecución fuera del centro escolar y ocurre que nadie es capaz de defenderle. Sus compañeros tienen cierto miedo al grupo de gamberros maltratadores, y no le echan una mano. No encuentra ayuda, incluso pierde los amigos. ¿Esto es ficción o se puede dar con cierta frecuencia?

¿No hay nadie en el centro escolar, ningún profesor, que sea consciente de lo que ocurre? ¿Quién tendría que conocer la situación, estar al tanto de este grupo, de esta clase? Alguien que pueda llegar a conocer a cada alumno. Ese descubriría con prontitud cuál es la situación del acosado. Pero puede ser que un profesor se ha dado cuenta de algo, pero se quita de en medio por miedo a involucrarse en un tema complejo. Y el otro va por la vida tan rápido que no tiene ni idea de cómo están los alumnos, a parte de las notas.

Lo más grave, lo más preocupante, es que no se enteren ni sus padres. El chaval tiene cierto reparo de que sus  padres conozcan el problema y no dice nada. Pero cualquier padre mínimamente sensible se da cuenta de la cara de preocupación del hijo. El colmo es que no haya en casa esa confianza padre-hijo que supone hablar, preguntar, interesarse, al fin y al cabo querer bien al hijo.

Y resulta que el “empollón” acosado se encuentra solo, acobardado, marginado. Y además, a diferencia con lo que podría ocurrir hace años, resulta que ahora las burlas y malos tratos son grabados con los móviles y los hacen públicos, para mayor escarnio del chaval maltratado.

Podríamos pensar que son casos raros, pero hay que estar atentos. El daño que se hace es  grande. Y esto es responsabilidad ante todo de los padres. Son ellos quienes deben conocer a sus hijos. De manera que volvemos otra vez sobre lo mismo: si los padres están en casa con los hijos las cosas van bien. Si tienen tanto trabajo que apenas los ven, se les hace mucho daño.

Ángel Cabrero Ugarte

Eloy Moreno, “Invisible”, Nube de tinta 2018