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Educar de cerca

Hace unos cuantos años se podía oír de vez en cuando, en el cole o incluso en el ambiente familiar, la frase “niño, eres un maleducado”, porque había formas de hacer incómodas, porque el niño se dejaba llevar por la pereza o porque decía una palabrota… Hoy el asunto es bastante más grave. El problema no es de pequeños detalles de comportamiento, ahora estamos con mucha frecuencia con unos vacíos de formación en cuestiones esenciales de gran calibre y, como consecuencia, unos comportamientos inmorales frecuentes y graves.

Grandes y pequeñas bibliotecas

El reciente libro “Bibliotecas. Una historia frágil”, de Pettegree, es un estudio más de los que se han hecho en diversas ocasiones sobre ese fenómeno importantísimo para la cultura y la historia como son las grandes colecciones de libros y documentos de diverso tipo. Han sido siempre una referencia indiscutible a la hora de plantear la auténtica formación de las personas, especialmente universitarios, políticos y personajes públicos.

¿Ilusiones o bajezas?

Hay hogares en donde se percibe la exigencia, el empeño por las cosas bien hechas, el espíritu de sacrificio. Pero hay hogares en donde los padres ausentes no saben de la pereza de los hijos, del tiempo perdido en procacidades. Hay familias numerosas justitas de medios y de caprichos, con una alegría rebosante. Pero hay familias tristes con padres regañones, que no están en el día a día para educar.

Adorno editorial

Tenía a mi alcance, pendiente de comenzar su lectura, un libro recién editado de Natalia Ginzburg, titulado “Domingo”. Una enfermera -estaba yo en una clínica- al ver el libro le salió con toda naturalidad algo así como “qué bonito ese libro, qué buena pinta tiene”, con ojos de curiosidad y de saber de qué iba. Le dije que era una autora interesante y que todavía no había empezado a leerlo. Lo cogió y comentó “qué bonito, me gustaría leerlo”, o algo parecido.

Miedo al silencio

Ha sido una tendencia de muchas personas el deseo de retirarse a lugares tranquilos donde se aprecia el silencio. Llegar a lugares de la naturaleza donde solo se escucha el piar de algunos pájaros o las ramas de los árboles movidos por el viento. Momentos de disfrutar de lo más natural, de un silencio que llena de paz, que invita a la reflexión, a un descanso psíquico que con frecuencia echamos en falta cuando nuestra vida transcurre en el ir y venir con muchas preocupaciones por la ciudad ruidosa.

Amor vs sexualidad

Es curioso encontrarse con no pocas personas que, casi sin haberlo pensado, consideran que estamos hablando de los mismo cuando nos referimos a la sexualidad y al amor. Estas confusiones frecuentes tienen bastante que ver con la frase manida de “hacer el amor”, aunque cualquiera que lo piense un poco es consciente de que, en la mayoría de los casos, no tiene nada que ver el acto sexual con el amor.

El egoísmo occidental

En la mayoría de los países occidentales se percibe una descristianización acelerada que lleva a un planteamiento materialista en las personas, aunque quizá habría que decir que el materialismo patente hace que las personas se alejen de la trascendencia, del auténtico fin de los hombres y mujeres. Esto es tan obvio que no haría mucha falta volver a insistir, pero es tan grave que sí que merece la pena volver a insistir. Quizá, sobre todo, porque hay ambientes en nuestra sociedad española -no sé en otros sitios- en los que hay más consciencia de esa sociedad materializada, desespiritualizada y, por lo tanto, infeliz.

Obstinación o reconocimiento

Uno de los peligros más graves en que anda inmersa nuestra sociedad moderna es el acostumbramiento en modos de hacer que son objetivamente inmorales. Tiempo atrás la inmoralidad se detectaba y, por lo menos, existía una actitud de reserva, de ocultamiento. Hoy todo vale. Puede ocurrir incluso que alguien deba terminar en la cárcel, por una fechoría, pero si no le pillan, ancha es Castilla.

Amor al prójimo

En la vida de los cristianos, a poca formación que tengan, hay dos preceptos esenciales que informan -así debería ser- toda su vida: amor a Dios y amor al prójimo. En la medida en que hay auténtico amor a Dios surge más fácilmente el amor al prójimo. Quizá puedan surgir, en algunas ocasiones, las dudas sobre quien es mi prójimo y, sin pararnos en la dificultad de amar una persona concreta, tenemos que advertir que prójimo es el próximo en cualquier circunstancia, con más o menos cercanía. 

Y llegó el Espíritu Santo

“Yo rogaré al Padre y os dará otro Paráclito para que esté con vosotros siempre” (Jn 14, 16). Esta fue la promesa de Jesús, que repitió a sus discípulos varias veces. Y llegó el Espíritu Santo de una forma que no podían imaginar. Era espíritu y sus manifestaciones fueron lo menos materiales posible: fuego y viento. Pero con ello llegó una fuerza y un convencimiento extraordinarios.

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