Algunas aportaciones de un maestro

 

El profesor Gustavo González Villanueva (La Antigua 1935-Guatemala 2015), recientemente fallecido, ha dejado muchas obras escritas; como poeta, novelista, teólogo e historiador.  Deseamos ahora referirnos a su obra histórica, pues quizás es un autor todavía poco conocido en Europa, a pesar de haber aportado grandes reinterpretaciones de la historia de la Iglesia en Centroamérica.

Como Profesor de la Universidad del Istmo y Académico de la lengua, sus trabajos históricos, la mayoría redactados en los últimos años de su vida, tienen el sabor del vino añejo, de la sabiduría acrisolada y de una prosa muy cuidada.

Particularmente importantes son sus investigaciones acerca del primer obispo de Guatemala, Francisco Marroquín (1500-1563). La semblanza publicada por González Villanueva tiene la virtud de apoyarse en el epistolario del obispo con el emperador Carlos V. De ese modo, el autor, logra entrar en el alma del personaje más allá de las numerosas y fecundas obras de un episcopado largo, de casi treinta años de extensión (1537-1563). González Villanueva redacta textos breves, claros y fundados en las cartas y en el ambiente histórico en que se escribieron y así logra verdaderos cuadros humanos y espirituales del fondo del alma del evangelizador.

La semblanza expresa muy bien la angustia de gobernar, de pedir y de esperar, pues es mucha la distancia que separaba Centroamérica de España en el siglo XVI y, sobre todo, la distancia humana y cultural entre un obispo que, con la gracia de Dios, está implantando con vigor la Iglesia en el nuevo mundo, y un emperador cristiano como Carlos V en pleno combate con el luteranismo.

Marroquín buscaba en sus cartas remover la Real conciencia y pide que se envíen personas preparadas para el gobierno civil y para la expansión de la fe. Como comenta González Villanueva: "La conciencia cristiana está viva. Misteriosamente está siendo plantada la Iglesia por medio de estos españoles avaros, codiciosos, iracundos, lujuriosos, y al mismo tiempo capaces de reconocer y aceptar el mal que han hecho, pedir perdón y compensar sus injusticias" (155). Y aporta estas palabras de una carta de Marroquín: "Para esta nueva Iglesia tan necesario es y más sean buenos los ministros, como el prelado y mejores pues todos han de dar doctrina y ejemplo, por doquiera que fueren y estuvieren" (187).

Particularmente señala Marroquín la necesidad de un clero secular formado y, para ello, la erección de una Universidad: "Es necesario que Vuestra Majestad extienda su mano liberalísima y mande que luego se haga un colegio donde se recojan todos estos hijos naturales y una casa cerrada para las mujeres y un estudio en que se lea gramática, artes y teología, porque este es el fundamento y será para esta nueva iglesia, y sin esto no puede descargar su real conciencia lo mucho que es obligado a restituir a las Indias" (341). Sólo así llegará el ansiado clero nativo: "porque ya esta tierra tiene de su cosecha hijos criados y nacidos y como haya quien los doctrine, criar se han para ministros del evangelio" (366).

Marroquín murió el 9 de abril de 1563, viernes santo. Sus restos se enterraron en la segunda catedral de Guatemala, demolida en 1669 y no se sabe si fueron trasladados a la tercera catedral que data del 1680 (429).

 

José Carlos Martín de la Hoz

 

G. GONZÁLEZ VILLANUEVA, La Utopía de Francisco Marroquín, ed. Promesa, San José de Costa Rica 2012, 482 pp.